sábado, 2 de julio de 2016

SEMANA DECIMOCUARTA TO CICLO C DOMINGO

Hay un término que supongo que a todos os sonará ya: DISCÍPULOS-MISIONEROS. Se utilizó por primera vez en los documentos de la reunión de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Aparecida, y el Papa Francisco lo ha aplicado a su magisterio para toda la Iglesia en la Evangelii  Gaudium. El evangelio de hoy es la base escriturística de todo el programa de renovación pastoral que el Papa nos propone: una Iglesia en salida, misionera, en la que todos los miembros son misioneros y agentes de la evangelización. 

Mi parroquia ha acogido esta invitación y estamos en esta línea misionera. No salimos mucho en el sentido literal pero sí que hemos optado por la apertura y la acogida. Esa transformación de una pastoral de mantenimiento a una misionera no es nada fácil. Supongo que a algunos discípulos de Jesús se les cayeron los esquemas cuando Jesús los envió a evangelizar: “pero Maestro… yo decidí ser tu discípulo para aprender de ti… no para enseñar a otros”. Y supongo que en ese grupo también hubo tensiones cuando a la vuelta de la misión se unieron nuevos discípulos a los que Jesús trataba como a los antiguos, a los primeros. En el grupo de los discípulos, lo sabemos porque los evangelios no maquillan las cosas, había problemas por ver quién era el primero. En las comunidades cristianas primitivas como la de los gálatas había problemas porque los de origen judío, los circuncidados, se creían primeros respecto a los paganos no circuncidados. Aquello no era una balsa de aceite. No era un remanso de paz. A mí todo esto me consuela porque mi comunidad tampoco es un remanso de paz. Como decía en la Asamblea de fin de curso no se trata de ser malos o buenos sino de ser inteligentes “emocionalmente” para gestionar los problemas y los roces.


Andamos todos bastante heridos y al rozarnos y tocarnos las heridas saltan chispas. Y los que se acercan a nosotros buscando ese consuelo del que habla Isaías pueden percibir malos rollos que echan para atrás. Para la reflexión de cada uno fijémonos en San Pablo, en la profundidad de lo que dice. Todos somos nuevas criaturas, no hay cristianos de primera  y de segunda. Y habla de estar crucificado para el mundo y que lleva en su carne las marcas de la cruz. A ver si se explicarme bien. El pastor vive la caridad pastoral, el mismo amor que Jesús tiene por sus ovejas y ese amor no es sin sufrimiento. El pastor sufre por su pueblo, es herido incluso por sus mismas ovejas, pero cuando vive esto con amor, esas heridas curan y sanan a su pueblo. Lleva en su carne las marcas de la pasión, sufre y muere para que otros vivan. Esto que yo vivo en mi ministerio debe ser asumido por cada discípulo-misionero. No hay misión sin cruz, sin sufrimiento, sin amor. Al final del curso pastoral, en vez de lamernos las heridas y lamentarnos de ellas, ofrezcámoslas con amor por nuestros hermanos, por todos, los antiguos y los nuevos, los que estamos y los que vendrán. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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