Tirando de archivo leo que el año
pasado escribía este día que a veces no queremos quedar sanos y nos aferramos a
las heridas de la vida porque nos sale rentable. Después de un año de aquello
puedo decir que merece la pena decirle a Jesús que sí, que quiero ser sanado y
ser un hombre nuevo, sin muletas, sin postraciones, sin mendigar cariño y
afecto. Soy testigo del río de sanación que mana del corazón de Cristo abierto.
Un río que en este Jubileo de la Misericordia brota con fuerza, tírate a ese
torrente y déjate llevar por él. No tengas miedo. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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