Escuchando esta Palabra estoy revisando cuánto
comparto y cómo lo hago. La codicia no es de los pecados capitales que más
funcionen en mí, pero reconozco que el dinero a veces me hace sentir una
seguridad falsa. Y ya vemos los efectos de la codicia: el ambiente generalizado
de corrupción en el que nos movemos. Y si nos fijamos la Palabra no nos niega
una contrapartida en el compartir. San Pablo habla de recoger lo sembrado y
Jesús de recibir la paga del Padre en lo escondido. “Dios se lo pague”. Claro
que Dios no paga como el Tesoro Público, el da el ciento por uno en tesoros de
gloria. Invirtamos en estos títulos de
deuda divina que tiene una rentabilidad fantástica. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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