Hace años un amigo sacerdote me dijo: “tenemos que
vivir primero aquello que exigimos a los demás”. Aquellas palabras fueron como
una espada que me traspasó el alma pero me hicieron reaccionar. Supusieron un
punto de inflexión en mi vida, me humillé y reconocí que no podía ser padre, ni
maestro, ni consejero si no me bajaba de la cátedra de hipocresía en la que me
había sentado. De vez en cuando necesitamos que la Palabra nos zarandee y nos
ponga en nuestro sitio. Dios no necesita nuestros méritos sino un sacrificio de
alabanza que brota de un corazón quebrantado y humillado. Pidamos hoy la gracia
del quebranto por nuestros pecados. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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