Una de las experiencias más desazonadoras es la de
ofrecer a Dios a quien no tiene sed o hambre de Él. Leyendo a San Agustín en el
oficio de lectura parece que Dios regala gratuitamente esa sed a quien quiere.
Yo creo más bien que todos tenemos ese deseo pero no está activado en todos. Se
activa de muchas maneras, a veces el sufrimiento inesperado nos hace volver a
lo esencial y aceptar que necesitamos de Dios. Ni el mismo Jesús pudo hacer que
los fariseos de su época reconocieran ese hambre de su Palabra. Hoy y aquí
tenemos que hacer un trabajo previo a la evangelización que es tocar los
resortes para que ese deseo sea activado. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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