Las palabras de Moisés al pueblo tienen el contexto del
final del éxodo. Moisés quiere que el Pueblo
no se olvide de lo que ha vivido, de cómo el Señor lo ha alimentado con el
maná. El Éxodo fue una experiencia que Dios aprovechó para educar a Israel.
También nosotros somos peregrinos. Pasamos por esta vida. Podemos vivir sólo
preocupados por el pan que llena el estómago, en consumir, en tener. Jesús
también fue tentado en limitarse a responder a las necesidades más inmediatas
del ser humano. Y precisamente respondió
a la tentación con las palabras de Moisés “no sólo de pan vive el hombre sino
de todo lo que sale de la boca de Dios”.
Jesús se presenta como el pan de la vida, el verdadero
maná. Comulgar es aceptar que vivimos
por él que se hace alimento que da la vida eterna. Vida que no es sólo la inmortalidad del alma.
Vida nueva en relación con Dios y con los demás. La eucaristía posibilita una relación
íntima: “habitar en él y él en
nosotros”. La Eucaristía se une a
nuestra carne, a nuestra materialidad y la hace capaz de resucitar, de ser
glorificada. “Yo lo resucitaré”.
La Eucaristía no es nunca un acontecimiento individual. La
comunión con Dios nunca se separa de la comunión con los hermanos. La vida eterna es la fraternidad cristiana.
Creo que no somos conscientes de hasta qué punto la Eucaristía nos une y crea
lazos espirituales entre todos los que formamos el Cuerpo de Cristo. Me entristece cuando veo laicos que viven la
Santa Misa como un acto de piedad individual sin relación a la comunidad
buscando sólo su íntima unión con el Señor.
La Eucaristía puede convertirse en un objeto más de consumo, en este
caso de consumo religioso.
Al adorar hoy a Jesús en la Eucaristía meditemos sobre todo
esto, sobre lo que acontece en esto a lo que estamos tan acostumbrados. Aquí hay uno que es más que Salomón. Miremos a la Hostia Santa y digamos eres mi
pan Jesús, y yo estoy perdido sin ti. Feliz
día del Corpus Christi y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

No hay comentarios:
Publicar un comentario