El Resucitado da el Espíritu Santo sin
medida. Jesús dijo conviene que yo me vaya para que venga a vosotros el
Consolador. Desde la Trinidad el
Espíritu es derramado sobre todas las criaturas por medio del Padre y del Hijo.
Como Dios insufló el aliento de vida en Adán, ahora Jesús recrea con su aliento
a los apóstoles. Todo lo hace nuevo. Es
la nueva creación. Desde la noche del
día de Pascua hasta Pentecostés el Espíritu Santo estuvo trabajando en los
Apóstoles, ayudándoles a asimilar la cruz, a recordarle todo lo que Jesús les
había dicho, llevándoles a la Verdad plena.
Llegan a comprender quien es Jesús, el misterio de su persona. Descubren los planes de Dios y aceptan que en
ese plan ellos tienen una misión fundamental: la de ser instrumentos de la
Misericordia de Dios.
Jesús les anunció que recibirían “la
fuerza de los alto”. Permanecen unidos en oración. En Pentecostés se derramó el
Espíritu Santo para el testimonio. Es Él el que les da la valentía para
proclamar que Jesús es Señor, que ha sido constituido por Dios como Señor, es
decir que ha sido glorificado a su derecha y goza de su misma dignidad. Jesús no ha sido devuelto a la vida sino que
vive la misma vida de Dios. Que no se
nos ha dado otro nombre en el cielo y en la tierra en el que nos podamos
salvar. Confesar esto era arriesgado.
Jesús les había icho “no temáis yo he vencido al mundo”. Nadie puede
afirmar esto si no es bajo la acción de Espíritu Santo. La prueba de que el
Espíritu habita en una persona es que ésta es capaz de dar testimonio del
Señorío de Jesucristo.
¿Somos nosotros testigos de esto? Hemos
recibido no un espíritu de temor para recaer en la esclavitud sino un Espíritu
de libertad. La experiencia más grande
el Espíritu es la libertad de la gracia frente al pecado. Ayer me decían esto
una pareja confesándose, que después de retomar este sacramento se sienten
mucho más libres frente al pecado, más fuertes frente al mal. Están experimentando el Señorío de Jesús en
sus vidas. Conforme le entregamos a Jesús nuestra vida, no perdemos libertad
como muchos piensan (y esto es lo que perciben los jóvenes sobre todo) sino que
ganamos una libertad nueva. La libertad
del amor verdadero. El mundo necesita este testimonio. Tenemos el Espíritu que nos defiende y nos
da palabras a las que nadie puede hacer
frente. Proclamemos lo maravilloso que
es vivir en el Espíritu.
No quiero terminar sin hacer una
referencia a María, la Virgen de Pentecostés. Ella como nadie experimentó la
acción del Espíritu Santo. Ella sabe muy bien lo que es la libertad de los
hijos de Dios. Ella nos reúne en el cenáculo. Ella invoca con nosotros al
Espíritu Santo y sostiene nuestra oración.
Madre del Rocío intercede por nosotros para que vivamos un nuevo
Pentecostés. Feliz Pentecostés y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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