Ayer nos dábamos cuenta de que estamos hechos para amar, para vivir la vida como servicio. Si no
vivimos así nos pervertimos, y no servimos para nada. Somos vasijas modeladas para acoger amor, para
acoger el AMOR, y para darlo. Como un botijo que se llena y se vacía. En la
Eucaristía nos llenamos y luego nos vamos dando. Anoche velábamos con Jesús en el Huerto y los
veíamos en esa lucha entre la carne y el espíritu, entre el barro y las manos
del alfarero. Lo veíamos muy de barro.
Dice la segunda lectura que Él
fue probado en todo exactamente como nosotros menos en el pecado. Y es que
Jesús llegó a experimentar lo que es ser tratado como un cacharro inútil que no
sirve para nada. “A otros ha salvado” , dice el salmo que hemos rezado: «Me han desechado como un cacharro inútil». Pero no es así, hasta de su corazón muerto al ser traspasado
por la lanza brota un manantial de Misericordia. Nada es inútil, nada es en vano.
Nosotros vivimos una cultura
utilitarista, del usar y tirar. Las cosas sirven para un tiempo, una temporada.
Cambiamos de móvil cada poco y renovamos vestuario cada temporada. Esto se ha
metido hasta en las relaciones humanas, hasta el matrimonio se cambia de pareja
como de coche. Porque la relación se
desgasta y ya no sirve. Si no eres útil a la sociedad no sirves. Como las
tribus nómadas de los homínidos primitivos. Si uno enfermaba se le abandonaba
porque la tribu no podía seguir su camino. Muchas personas se sienten inútiles
en este estilo de vida «¿qué hago yo aquí si no sirvo para nada?» Esto lo
experimentan los ancianos, los discapacitados, los enfermos crónicos, y
tristemente cada vez más niños, jóvenes y muchos que están en paro y no ven
perspectivas de futuro.
En el calvario este «inútil»
continua su obra hasta el final. Hay un detalle que me llama la atención en
este sentido. María la Madre de Jesús vivía volcada en él. Y no sólo en el
sentido humano de su cuidado. Ella se había consagrado totalmente a Él
calladamente sí, pero colaboraba con él como en las bodas de Caná. Ahora que Jesús termina ¿Qué puede hacer
ella? Jesús le confía una nueva misión, cuidar de la nueva comunidad de
discípulos, de la Iglesia. María como nueva Eva al pie del Árbol de la Cruz
inaugura una nueva maternidad, sigue siendo útil a los planes de Dios.
Recuerdo la historia de Ramón
Sampedro, este paraplégico que se ha sido elevado a exponente de la aspiración
de la «muerte digna». El decía que para qué seguir viviendo si no podía hacer
nada. Escribir y acoger el amor de una mujer que lo amaba no eran nada. Yo no
juzgo a este hombre pero su historia me hace pensar que muchos que se sienten
cacharros inútiles necesitan descubrir desde el crucificado que sí sirven para
algo. Que siempre pueden amar. Estén en la situación en la que estén pueden
amar. Mientras se puede amar hay sentido.
Que nadie a nuestro alrededor se
sienta inútil. Que nadie a nuestro alrededor se sienta utilizado. Miremos al que ha sido traspasado, al que ha
sido triturado como cacharro inútil y ayudemos al alfarero en el taller de la compasión
a devolver la dignidad a todo ser humano. Para ver las lecturas pincha aquí.
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