Nos reunimos esta noche como Jesús con sus discípulos en la víspera de
su muerte, cuando los amó hasta el extremo. En el contexto de la cena pascual,
cena en la que los Judíos hacían memoria de la liberación de la esclavitud de
Egipto. En esta cena recordamos la institución de la Eucaristía y del
sacerdocio. Sigue resonando en todo el orbe «haced esto en memoria mía». Dice San Pablo que cada vez que comemos del
pan de la Eucaristía y bebemos del cáliz proclamamos la muerte del Señor hasta
que vuelva. Cada Misa es re-presentación del misterio que aconteció y anticipo
de la plenitud que está por venir. Es el
sentido profundo de la liturgia de la Iglesia que muchos no terminan de captar
y lo viven como algo monótono y rutinario. Hoy es un buen día para refrescar
nuestra vivencia de la liturgia y redescubrir toda su belleza y profundidad.
Esta celebración es especial. No es una Misa como las del resto del
año. En ella repetiremos el gesto que hemos escuchado en el Evangelio. Jesús
lavó los pies de sus discípulos. Un gesto escandaloso y difícil de asumir como
hemos visto por Pedro. Este gesto como
lo que hace Jesús con el pan y con el vino desvelan la pretensión con que Jesús
se entrega a la muerte. Jesús no fue
simplemente víctima de los poderosos por haberse puesto de parte de los
empobrecidos. Su muerte tiene un sentido cultual, es sacrificio de la nueva
alianza, y es un acto de amor, muere por los pecadores. El no ha venido a ser
servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.
Jesús nos ha dicho «haced esto» tres veces, comer del pan beber del
cáliz y lavarnos los pies unos a otros.
Participar de la Eucaristía es entrar en el dinamismo del amor de Dios,
del vivir para los demás, de vivir la vida no como un objeto de consumo “para
disfrutarla”, sino para darla como servicio. Estamos hechos para amar y si no
amamos vivimos en la perversión. Pervertir es utilizar algo para lo que no está
concebido. El botijo se ha hecho para contener agua fresca y no vino ni leche.
La vasija de barro que somos cada uno de nosotros amasados por nuestro hacedor
tiene una finalidad que no es otra que la de servir, si no servimos, si no
amamos, no servimos para nada. Somos cacharros inútiles. El agua del lavatorio
de esta noche le viene muy bien a nuestro barro. Dejemos que nos purifique de
nuestras pequeñas o grandes perversiones.
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