viernes, 6 de abril de 2012

JUEVES SANTO


Nos reunimos esta noche como Jesús con sus discípulos en la víspera de su muerte, cuando los amó hasta el extremo. En el contexto de la cena pascual, cena en la que los Judíos hacían memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto. En esta cena recordamos la institución de la Eucaristía y del sacerdocio. Sigue resonando en todo el orbe «haced esto en memoria mía».  Dice San Pablo que cada vez que comemos del pan de la Eucaristía y bebemos del cáliz proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva. Cada Misa es re-presentación del misterio que aconteció y anticipo de la plenitud que está por venir.  Es el sentido profundo de la liturgia de la Iglesia que muchos no terminan de captar y lo viven como algo monótono y rutinario. Hoy es un buen día para refrescar nuestra vivencia de la liturgia y redescubrir toda su belleza y profundidad.

 Esta celebración es especial. No es una Misa como las del resto del año. En ella repetiremos el gesto que hemos escuchado en el Evangelio. Jesús lavó los pies de sus discípulos. Un gesto escandaloso y difícil de asumir como hemos visto por Pedro.  Este gesto como lo que hace Jesús con el pan y con el vino desvelan la pretensión con que Jesús se entrega a la muerte.  Jesús no fue simplemente víctima de los poderosos por haberse puesto de parte de los empobrecidos. Su muerte tiene un sentido cultual, es sacrificio de la nueva alianza, y es un acto de amor, muere por los pecadores. El no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.

Jesús nos ha dicho «haced esto» tres veces, comer del pan beber del cáliz y lavarnos los pies unos a otros.  Participar de la Eucaristía es entrar en el dinamismo del amor de Dios, del vivir para los demás, de vivir la vida no como un objeto de consumo “para disfrutarla”, sino para darla como servicio. Estamos hechos para amar y si no amamos vivimos en la perversión. Pervertir es utilizar algo para lo que no está concebido. El botijo se ha hecho para contener agua fresca y no vino ni leche. La vasija de barro que somos cada uno de nosotros amasados por nuestro hacedor tiene una finalidad que no es otra que la de servir, si no servimos, si no amamos, no servimos para nada. Somos cacharros inútiles. El agua del lavatorio de esta noche le viene muy bien a nuestro barro. Dejemos que nos purifique de nuestras pequeñas o grandes perversiones.




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