
Hoy precisamente caso a una amiga. El si que se da en el matrimonio es de los más importantes de la vida. Simular, decir sí con los labios y no con el corazón no vale. De ese sí no nace matrimonio alguno. En el matrimonio nadie puede suplir el consentimiento de los esposos. Como dice Ezequiel en la primera lectura, frente a la corriente que entendía el destierro como la consecuencia de los pecados "de la nación" o de los antepasados, cada uno somos responsables de nuestras propias respuestas.
Dios no responde por nosotros. Pero la Palabra subraya hoy que Él es misericordioso, quiere que vivamos, quiere nuestra salvación, "nos quiere" y por eso pone todos los medios para que le digamos sí. Ninguno de nosotros somos irreprochables. Frecuentemente no somos fieles y constantes. Tratamos de que el sí que hemos dado a Jesucristo no se quede en formas y buenas palabras. Cuando somos infieles acudimos a él con humildad y pedimos perdón a los hermanos. Imitando la humildad de Jesús es como caminamos en la perfección. El único hijo que dice siempre sí es Jesús.
Jesús mismo seguía esperando un cambio de actitud en los sacerdotes y los ancianos, por eso les dirigió esta parábola. Quería que se dieran cuenta de que estaban necesitados de conversión. Que se fijaran en los que ya habían dado un sí a Dios, aquellos que estaban perdidos y fueron capaces de cambiar de vida: las prostitutas y los publicanos.
Nos viene muy bien en estas semanas recibir esta Palabra. Es el momento de asumir compromisos eclesiales para el curso pastoral. Yo mismo asumo el pastoreo de una parroquia. Que nuestra respuesta sea generosa y sincera. Feliz fin de semana y bendiciones.
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