Feliz Pentecostés, me levanto como muchos carismáticos en el mundo con
la resaca de la Vigilia de anoche. Cuando los hermanos nos reunimos en oración
experimentamos la acción del Espíritu Santo. Esta acción que en la Iglesia
Católica brotó como un fruto precioso del Concilio Vaticano II. El año próximo
celebraremos los 50 años de la Renovación Carismática en la Iglesia Católica.
Esta corriente de espiritualidad pentecostal que tanto nos ha renovado. EL
Espíritu Santo ya no es un desconocido, la alabanza y la adoración están muy
presentes, y los carismas y la acción poderosa del Consolador son algo “no
extraordinario” en la vida de la Iglesia.
Este año celebro Pentecostés muy sensibilizado con la realidad de los
cristianos perseguidos. Esta semana he leído: “El precio de la FE”. Un
testimonio impresionante de un musulmán convertido al cristianismo. En el libro
de la Sabiduría dice que ésta entra en las almas y hace “amigos de Dios”. Este
Iraquí y su esposa, incluso antes de bautizarse, ya conocían a Jesús, oraban,
lo amaban y experimentaban una fortaleza sobrenatural. Se jugaban la vida con
sólo asistir a la Eucaristía. Los apóstoles también se jugaron la vida y
abandonaron el cenáculo el día de Pentecostés para empezar la misión. Como
Santa Teresa de Jesús cuando era pequeña, te dan ganas de irte a esos países a
ser misionero. El Espíritu sigue sacando a la Iglesia y la sigue haciendo Misionera,
nos sigue dando una fortaleza sobrenatural y una valentía inexplicables.
Pentecostés es también unidad en la diversidad. Todos los peregrinos
escuchaban a los apóstoles en su lengua materna. La barrera del lenguaje se
difumina. El Espíritu se manifiesta en cada uno de manera diversa pero siempre para
el bien común del cuerpo. Tengo el vicio de leer prensa religiosa y leo de todo
y veo como las posiciones a veces se enquistan y cada uno se enroca en su
postura. Algunas noches me duermo muy preocupado. Estas tensiones las vivimos a
todos los niveles. Hasta en mi parroquia entre unos grupos y otros surgen estos
problemas. En este Pentecostés del Jubileo de la Misericordia el Señor le dice
a mi corazón de pastor y al de cada uno de nosotros: “Mi Espíritu une en la
pluralidad”. El Espíritu hace amigos de Dios y engrasa el mecanismo de nuestras
comunidades. La Misericordia que se derrama abundantemente desde las llagas del
resucitado sana las heridas que nos hacemos. A todos de nuevo Feliz
Pentecostés. Para ver las lecturas pincha aquí.
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