lunes, 4 de abril de 2016

SEMANA SEGUNDA PASCUA CICLO C DOMINGO

Tomás se queda sin ver a Jesús por no estar con los demás apóstoles. Cuántos bautizados que viven su fe de forma individual, al margen de la comunidad se quedan sin ver al Resucitado. Sigo planteándome la cuestión de las familias que no participan en la vida de la Iglesia y piden los sacramentos para sus hijos, y dedicamos tantas horas a la formación de esos niños y adolescentes y… unas palabras del Papa en la Misa Crismal me cuestionan: «porque lo propio del Corazón de Dios es desbordarse de misericordia, desparramarse, derrochando su ternura, de manera tal que siempre sobre, ya que el Señor prefiere que se pierda algo antes de que falte una gota, que muchas semillas se la coman los pájaros antes de que se deje de sembrar una sola, ya que todas son capaces de portar fruto abundante, el 30, el 60 y hasta el ciento por uno».  Pero también me digo que hay que discernir con prudencia donde sembrar. ¿Seguimos sembrando sin más en el camino?


En este domingo de la Divina Misericordia las llagas de Jesús cobran un protagonismo especial. Este año, contemplando la experiencia de Tomas y los doce veo esas llagas en el Cuerpo de Cristo desde la perspectiva de las heridas que nos hacemos los hermanos entre nosotros.  En todo grupo humano hay roces y problemas. Los había entre los doce y los hay en toda comunidad cristiana. Pues esas llagas son fuente de Misericordia. Es verdad que el principio duelen como cuando nos herimos en un dedo, pero, con el tiempo dejando actuar al Espíritu Santo, son fuente de salvación. Ayudan a encontrarse con el Resucitado. Soy testigo de esta experiencia en mi propia carne. Las heridas que he sufrido en mi relación con los hermanos en la Iglesia han sido una verdadera gracia y regalo. Para ver las lecturas pincha aquí.

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