En la noche de Navidad los ángeles anunciaban a los
pastores que había nacido el Salvador, el Mesías el Señor. En el Evangelio de
hoy, treinta años después, se dice que la gente estaba expectante, esperaban al
Mesías y se preguntaban si no era Juan. El Salmo de esta fiesta es escogido
porque dice que la Voz del Señor se oye sobre las aguas, como un trueno. En el
Bautismo de Jesús se oye la voz del Padre. Pero no es un trueno que asusta y
atemoriza, ni siquiera sabemos si esta voz fue escuchada por los demás. En el
caso de San Mateo son palabras de presentación para ser escuchadas: “este es mi
Hijo amado”. En Marcos y Lucas son palabras dirigidas a Jesús: “tú eres mi
Hijo”. Estas palabras nos recuerdan al
Salmo 2 “Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”. Palabras pronunciadas el día de la
entronización de los reyes de Judá con la esperanza de un Mesías futuro en el
que se cumpliesen esas palabras. Los evangelistas nos quieren decir que esa
promesa y esa esperanza se cumplen en el carpintero de Nazaret que está en el
agua. El bautismo de Jesús es su
entronización como Mesías. Si Jesús nace en un pesebre y muere en una cruz, su
entronización no puede ser de otra manera, impregnada de sencillez y misterio. Desnudo
en el Pesebre y en la cruz, y desnudo de toda pompa y ceremonia en su
entronización.
¿Para qué es ungido Jesús? ¿Para que pone el Padre
su Espíritu sobre él? Para pasar haciendo el bien y curando a los oprimidos por
el diablo. Dice Isaías que implantará la Justicia pero no lo hará arrasando, no
gritará ni boceará. Respetará los ritmos y esperará siempre que haya un mínimo
de esperanza. No removerá las heridas de los cascados por el sufrimiento y el
desamor sino que será bálsamo consolador. A los que se queman y se desgastan y
están a punto de apagarse sabrá infundir aliento para seguir luchando. Y será
luz, abrirá los ojos para ver la verdad y sacará de la oscuridad a los que
viven en tinieblas. Todos somos masías, ungidos desde el bautismo. Somos
“sacerdotes, profetas y reyes” y tenemos la misma misión de Jesús que hemos de
llevar a cabo con su mismo estilo. Una de las obras de misericordia es
“corregir al que yerra”. Creo que está muy en relación con esa misión de dar
luz, de abrir los ojos. No hay mayor ceguera que la de vivir en la mentira y en
el error. Hay jóvenes que dicen a otros que quedan con una chica diferente cada
semana para mantener relaciones sexuales: “eso no te hace bien”. Una mujer
maltratada que se siente una mierda escucha: “te equivocas, tú vales mucho y
mereces ser feliz”. Una chica que quiere abortar escucha: “no te engañes esa no
es la solución que necesitas”. Un hombre que ha perdido a su esposa: “él sigue
viviendo y encontrarás la paz”. Y así muchos más ejemplos. Somos un Pueblo
Santo, Ungido para seguir los pasos de Jesús el Mesías. Feliz domingo y
bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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