El Evangelio es siempre vino nuevo, nunca se hace
añejo. Eso no quiere decir que cambie. Como decía Juan Pablo II al cruzar el umbral
del Mileno, el programa es Cristo y es el mismo ayer, hoy y siempre. Pero en
cada época ese vino necesita odres nuevos, métodos, lenguajes, y sobre todo un
ardor siempre nuevo. Leía hace unos días que en la Iglesia estamos perplejos
porque seguimos jugando con la reglas del rugby cuando hace tiempo que las
reglas cambiaron a las del futbol. ¿Os imagináis esa situación? No miro a los
obispos o a los demás al orar esta mañana me pregunto ¿Qué novedad pide el
Espíritu en mí para este curso? Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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