Estos días estamos con las primeras comuniones llama
la atención la moralina que se gasta con los niños. Comulgan para ser niños
buenos y a veces se dice “buenos
cristianos”. Si nos paramos a
profundizar en estas lecturas, el fruto del que habla Jesús es consecuencia de
la relación con él. “Sin mí no podéis hacer nada…permaneced unidos a mí…” Lo
nuclear no son los frutos sino estar unido a Jesús, los frutos son consecuencia
de esa unión. Ayer decía mi sobrino que estando unidos a Jesús él nos da “VIDA”,
¡claro! (Aunque esa no era la respuesta que el cura esperaba) la vida cristiana
es una relación personal con Jesús, una relación que nos transforma. Primero
está la relación, después llegará la transformación.
Y los frutos no son ser buenas personas. Conozco
personas estupendas que no tienen nada que ver con Jesús. Los frutos son ser
como Él, como Jesús. Si nos da su misma sabia, su Vida, su Espíritu, lo frutos
han de ser los mismos. San Pablo, desde que se encontró con Jesús y empezó una
relación con él, cambió radicalmente. Antes era un perseguidor, ahora es Apóstol.
Se cambió hasta el nombre. No fue un cambio estético, no era mejor persona, era
otra persona. Los demás discípulos estaban tan sorprendidos que no terminaban
de creerlo. Saulo perseguía a Jesús, y después estaba dispuesto a dar la vida
por Él.
Dos veces se dice en la Palabra de hoy que el que permanece
en Él obtiene lo que pide en la oración. Jesús dice que hacemos las mismas
obras que él y aún mayores. Porque no obramos con nuestro poder sino con el
suyo que actúa en nosotros, el poder de su amor. Por eso podemos curar enfermos
y liberar a los oprimidos por el diablo. No comulgamos para ser buenos, mejores
personas sino para ser “otros Cristos” como el sacerdote en la Eucaristía que
actúa “in persona Christi”. Unidos a él, permaneciendo en su amistad, somos uno
con él, somos su cuerpo eclesial que sigue actuando y haciéndolo todo nuevo.
Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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