Es muy fuerte la insistencia de San Lucas en la
corporalidad del resucitado. Lo de comer me parece exagerado, Jesús no tenía
necesidad, ni creo posibilidad de comer nuestro alimento. Es todo un esfuerzo
de los primeros cristianos por dejar claro que el cuerpo de Jesús había sido
glorificado y que la resurrección era una realidad también de la carne. En
aquellos tiempos el cuerpo humano y la materialidad en general no era valorado
por muchas corrientes de pensamiento. Nosotros vivimos en cambio en un ambiente
materialista donde el cuerpo es supervalorado. Hay muchos problemas con la aceptación
del físico: anorexia, bulimia, complejos por las comparaciones y las
idealizaciones de modelos estéticos, erotización del cuerpo y el desnudo, la
pornografía… todos en mayor o menor medida necesitamos reconciliarnos con
nuestra corporalidad, mirarnos a un espejo y vernos como nos ve Dios, pues para
él todos somos guapos y preciosos. Los abrazos son muy sanadores y orar unos
por otros para sanar las heridas que tienen que ver con el propio cuerpo es muy
necesario.
Los segundo que quiero subrayar hoy es el lenguaje
jurídico sobre el juicio que aparece en la Palabra. En la primera lectura se
dice que se condenó al justo y se pidió el indulto de un asesino. En la segunda
dice que Jesús aboga por nosotros ante el Padre. En el Apocalipsis leemos que el
que nos acusa es Satanás. Jesús en el juicio dice “es inocente”, pero no sólo
es un abogado, podemos verlo también a él como el Juez que una vez dictada
sentencia condenatoria, se baja del estrado, y le dice al condenado “yo
cumpliré la pena por ti” y rompe el papel donde está escrita la sentencia. Dice
San Juan que Jesús es víctima de propiciación por nuestros pecados. Siendo
inocente se puso en el lugar que nos corresponde a nosotros los pecadores. Dice
Jesús en el Evangelio que estaba escrito que se predicaría la conversión por le
perdón de los pecados. Vemos en los hechos de los apóstoles que la gente
escuchando a los apóstoles predicar la resurrección “se convertían”. Esa
conversión era fruto de acoger la buena noticia de Jesús: “me amó y se entregó
por mí”. No nos convertimos por miedo al infierno (ni a un fantasma) ni por una
idea y el voluntarismo de ser mejores y hacer un mundo mejor, sino por un hecho
histórico que nos afecta, que Jesús murió por mis pecados y resucitando me dio
vida eterna. El Espíritu Santo está
transformando muchas vidas no de impidas trabajar en la tuya. El fruto es la paz. Feliz domingo y
bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

No hay comentarios:
Publicar un comentario