Llevamos siete entierros en este mes de enero en la
Parroquia. Ha habido de todo, desde familias que más o menos viven la
Eucaristía, los que no contestan y hasta un entierro sin Misa. En los entierros
los curas nos topamos con la cruda realidad de la frialdad de la fe en la
mayoría de las personas, de la desertificación de la fe en nuestro país. Trato
de comunicar en los entierros la buena noticia de Jesús pero reconozco que el
ambiente a veces es tan bloqueante que sin darme cuenta sale Jonás. Me pongo tenso y vez de consolar regaño.
Creo que las dos lecturas de hoy están puestas para
contrastar. En las dos hay una llamada a la conversión pero hay una gran
diferencia: en la primera se hace con el miedo y en el Evangelio se trata de
una buena noticia. Mucho tiempo se ha empleado en utilizar el miedo para predicar,
y ya vemos que de poco ha servido. Los peces ya se conocen ese cebo y no pican.
Se ha acabado el tiempo del miedo, se ha cumplido el plazo, ahora es tiempo de
buenas noticias. Ya vemos como en la
política tampoco vale el miedo. La gente tiene tantas ganas de algo nuevo que
los horizontes oscuros que se dibujan (¡que saldremos del euro…!) no producen
efecto, no dan miedo. Hay tantas personas que se levantan cada día sin tener
que ir al trabajo, con más de cincuenta años, sin esperanza de volver a
trabajar… están esperando una buena noticia: ¡tienes trabajo!.
Es verdad que nos encantan los sucesos, las
noticias truculentas, los reportajes con pelos y señales de los peores delitos.
El periodismo explota ese filón de nuestra curiosidad. Pero yo no creo que nos
gusten más las malas que las buenas noticias. ¿No disfrutamos dándolas? Jesús
necesita hombres y mujeres dispuestos a pescar poniendo en sus anzuelos buenas
noticias. Y nos falta soltura para hacerlo, para dar sin apabullar, sin
humillar una buena noticia de consuelo y esperanza a los demás. Hoy precisamente
me he quedado sin palabras ante la situación de una familia (aunque les he dado
un donativo que me acababan de dar y llevaba en el bolsillo). O por ejemplo he
dudado (al final lo he hecho) poner en un grupo de whatsApp de deportistas ante
una muerte “lo veremos en el cielo”. No nos damos cuenta de la repercusión que
pueden tener los pequeños gestos que pueden ser verdaderas buenas noticias. No
nos cansemos de pregonar no destrucción sino amor. ¿Qué respondemos a la
llamada? Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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