lunes, 26 de enero de 2015

SEMANA TERCERA TO CICLO B

Llevamos siete entierros en este mes de enero en la Parroquia. Ha habido de todo, desde familias que más o menos viven la Eucaristía, los que no contestan y hasta un entierro sin Misa. En los entierros los curas nos topamos con la cruda realidad de la frialdad de la fe en la mayoría de las personas, de la desertificación de la fe en nuestro país. Trato de comunicar en los entierros la buena noticia de Jesús pero reconozco que el ambiente a veces es tan bloqueante que sin darme cuenta sale Jonás.  Me pongo tenso y vez de consolar regaño.

Creo que las dos lecturas de hoy están puestas para contrastar. En las dos hay una llamada a la conversión pero hay una gran diferencia: en la primera se hace con el miedo y en el Evangelio se trata de una buena noticia. Mucho tiempo se ha empleado en utilizar el miedo para predicar, y ya vemos que de poco ha servido. Los peces ya se conocen ese cebo y no pican. Se ha acabado el tiempo del miedo, se ha cumplido el plazo, ahora es tiempo de buenas noticias.  Ya vemos como en la política tampoco vale el miedo. La gente tiene tantas ganas de algo nuevo que los horizontes oscuros que se dibujan (¡que saldremos del euro…!) no producen efecto, no dan miedo. Hay tantas personas que se levantan cada día sin tener que ir al trabajo, con más de cincuenta años, sin esperanza de volver a trabajar… están esperando una buena noticia: ¡tienes trabajo!.


Es verdad que nos encantan los sucesos, las noticias truculentas, los reportajes con pelos y señales de los peores delitos. El periodismo explota ese filón de nuestra curiosidad. Pero yo no creo que nos gusten más las malas que las buenas noticias. ¿No disfrutamos dándolas? Jesús necesita hombres y mujeres dispuestos a pescar poniendo en sus anzuelos buenas noticias. Y nos falta soltura para hacerlo, para dar sin apabullar, sin humillar una buena noticia de consuelo y esperanza a los demás. Hoy precisamente me he quedado sin palabras ante la situación de una familia (aunque les he dado un donativo que me acababan de dar y llevaba en el bolsillo). O por ejemplo he dudado (al final lo he hecho) poner en un grupo de whatsApp de deportistas ante una muerte “lo veremos en el cielo”. No nos damos cuenta de la repercusión que pueden tener los pequeños gestos que pueden ser verdaderas buenas noticias. No nos cansemos de pregonar no destrucción sino amor. ¿Qué respondemos a la llamada? Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.  

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