sábado, 31 de enero de 2015

SEMANA CUARTA TO CICLO B DOMINGO

Las palabras tiene mucho poder, sólo hay que pensar el efecto que producen palabras como: “te quiero”; “te odio”; “te necesito”; “no quiero saber nada de ti”… hay relaciones que empiezan y acaban con una sola palabra. Porque de los que rebosa el corazón habla la boca (aunque es verdad que a veces somos falsos y decimos lo que no sentimos y pensamos). La Palabra de Dios también es así. Expresa su voluntad, lo que siente y desea, lo que Él mismo es. Dios habla de muchas maneras: hablan las obras de sus manos, hablaron los profetas, habla en los acontecimientos, pero sobre todo habla a través de la Palabra encarnada, de Jesús.

Siempre he dicho y he enseñado que la Palabra de Jesús es viva y eficaz. Que hace lo que dice. Si dice levántate y anda, el enfermo se levanta, si dice esto es mi cuerpo, el pan es su Cuerpo. Si dice yo te absuelvo de tus pecados, el pecador es perdonado. Ahora que estoy más en clave de nueva evangelización estoy descubriendo otra dimensión de la autoridad de la Palabra de Jesús. Cuando predicamos, cuando anunciamos la buena noticia de Jesús muerto y resucitado, el KERIGMA, esto produce la conversión en el que escucha por la acción del Espíritu Santo. No tenemos que convencer, que demostrar… basta anunciar y ya está. La Palabra predicada con poder obra la conversión del corazón.


Es cierto que a veces nos encontramos con corazones endurecidos en los que parece que no hace nada. Cuando sales a celebrar algunos entierros y dices “el Señor esté con vosotros” percibes una frialdad que puede helarte el alma. Si vamos a predicar sin unción, sin haber orado antes, sin fe en el poder de la predicación nos dejamos contagiar y no somos capaces de anunciar a Jesús.  Os recomiendo la lectura del último capítulo de la Evangelii Gaudium en la que el Papa habla de este modo de predicación, de la “parresía” de los primeros cristianos. Dejemos que Jesús diga una palabra de autoridad sobre nuestra vida, sobre los demonios de la comodidad, la tibieza, la desilusión que nos impiden ponernos en clave misionera. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.  

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