Yo todavía estoy de resaca de Pentecostés, ayer
estaba a estas horas con la Virgen del Rocío. Volvemos a lo ordinario de
nuestra vida cristiana después de la Cuaresma y la Pascua. Y lo ordinario es
esto de ser sal y luz. Ser cristianos de verdad sin dejarnos mundanizar, sin
perder la identidad que es sobre todo una vida puesta totalmente en las manos
de Dios. Solemos hacer cálculos de lo que nos queda de aceite y de harina, pero
con Dios no valen los cálculos porque amar es darse sin medida. Feliz día y
bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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