Un espíritu mudo y sordo, es decir, un espíritu de
incomunicación, de individualismo y de aislamiento. La incomunicación puede
partir de las envidias y las rivalidades como dice Santiago en la primera
lectura. Cuando en nuestra vida somos impregnados por este Espíritu estamos
mundanizados, el espíritu in-mundo nos mundaniza, nuestra fe se debilita y se
diluye. Las dudas normales de la fe se agigantan y nos amenazan como los gigantes
de una pesadilla. «Dios existe sí, pero mi vida poco tiene que ver con él; Él
será el amor pero en la vida real de cada día el amor es una ilusión, esto es
una selva». ¿Qué puede salvarnos, liberarnos de este espíritu? Sólo la oración.
Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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