domingo, 23 de febrero de 2014

SEMANA SEXTA TO CICLO A DOMINGO


Este domingo debemos empezar la homilía mirando al Señor, mirando a la cruz. No sólo porque allí escuchamos a Jesús perdonando a sus verdugos, sino para contemplar lo que cada uno de nosotros le hemos hecho a Dios. Sí, tú y yo hemos crucificado a su Hijo, y Dios no nos trata como a sus enemigos sino a como a hijos queridos. Él no se ha vengado de nosotros. Esto es lo que queremos decir al afirmar que Dios es Compasivo y misericordioso, Santo, perfecto. Y así, cómo él es santo, quiere que nosotros seamos santos.

El domingo pasado caíamos en la cuenta de que Jesús no da una vuelta de tuerca a la ley del Antiguo Testamento sino que la lleva a su plenitud, es decir, nos descubre el desarrollo máximo de nuestras capacidades. Y cuando pensábamos que ya no se podía avanzar más, como cuando vas en la bicicleta y ya no tienes marcha que meter ya no hay más desarrollo, de pronto surge una fuerza sobrehumana. Ese es el amor de Dios, los Hijos de Dios, habitados por el Espíritu Santo son capaces de amar a los enemigos porque están en vía de divinización, por eso aman como Dios ama.

Esto de amar al enemigo no es un sentimiento. Partimos de una afectividad madura que no funciona impulsivamente o por medio de puras emociones. Hablamos de un amor que es una decisión. ¿No lo habéis experimentado nunca? Recuerdo cuando me robaron en el coche. Me encontré ante los dos caminos, el dilema de odiar y maldecir o comenzar a orar. Yo no soy bueno, soy como todos, del mismo barro, pero en ese momento el Espíritu Santo me dio esa sabiduría que el mundo no tiene como dice San Pablo en la segunda lectura, la inteligencia necesaria para escoger lo mejor. Qué sensación de libertad más grande cuando tomas la decisión de no odiar, de no vengarte ¿verdad?

En las Eucaristías de la Parroquia he invitado a dar testimonio de que esto es posible, que se puede perdonar a los enemigos. Hemos escuchado testimonios preciosos e impactantes hasta el de una madre que perdió a su hijo asesinado. Venimos a la Eucaristía porque sin este alimento no podemos escalar las cumbres del amor a los enemigos, es el doping que los hijos de Dios recibimos para seguir subiendo cuando ya no quedan fuerzas. La imagen de Fano de este domingo es muy chula, sin Jesús no podemos saltar el muro del odio. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario