Esta semana me escribía un email un párroco de la
ciudad y en él recogía esta cita de la Evangelii Gaudium «el gris pragmatismo
de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con
normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en
mezquindad" ( n. 82). Son palabras del Cardenal Ratzinger. Me he acordado
de ellas al leer el evangelio y pensar en la sal que se vuelve sosa. Esta fue
una de las razones que impulsaron a Benedicto XVI a convocar el Año de la Fe.
La fe se va desgastando, languideciendo poco a poco y nos parece todo tan
normal. Los cristianos vivimos exactamente como los demás, no nos distinguimos
en nuestro modo de trabajar, de comprar, de vivir la sexualidad, de divertirnos…
Ayer pensaba en los jóvenes, bueno pienso mucho,
esto en concreto: en mi Diócesis hay un cierto movimiento de jóvenes cristianos,
pero llevan un tiempo siendo casi los mismos. ¿Cómo es que éstos no contagian a
otros? Un chica me contaba que durante un trimestre entero no se había enterado
que otro chico, con el que salía en un grupo de amigos, era cristiano. ¿Es que
los jóvenes esconden la fe debajo del candelero? Este fin de semana echamos
nuestro sobre para Manos Unidas en la colecta y seguimos nuestra rutina. Puede
que echemos mucho pero seamos mezquinos en nuestro corazón y no arriesguemos. Puede
que demos limosna pero no compartamos nuestro pan con el hambriento.
No quiero parecer negativo también veo signos que
me llevan a dar gloria a Dios por lo que hace en la vida de muchos hermanos.
Ayer una madre arquitecto me contaba su experiencia como misionera el pasado
verano y la animaba a compartirla a ponerla encima del candelero. También hay
universitarios dispuestos a pasar la noche con los emigrantes en el albergue
municipal. Y si vemos el vídeo de Manos Unidas de este año vemos mucha luz. Cuando
hay tanta ONG y tanta cooperación para el desarrollo no podemos dejar de poner en
el candelero nuestra labor. Lo que hacemos no lo hacemos porque somos buenos,
sino porque en nosotros actúa el poder del Espíritu Santo. Por eso lo ponemos
en el candelero, no para que nos reconozcan y nos alaben sino para que den
gloria a Dios y puedan reconocer la acción del Espíritu Santo. Pues ánimo, no
hay que esconderse. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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