Herodes era de los que escuchan la Palabra sembrada
en el camino, vienen los pájaros y rápidamente se comen las semillas. En un
momento de euforia lo ofreció todo y lo perdió todo. Se lo jugó todo a una sola
carta. El poder lo embriagaba. David también falló pero acudió al Señor y
obtuvo el perdón. David no era mejor que Herodes, era más sabio. En la vida
podemos perderlo todo en un instante y no por maldad sino por necedad. Por eso
no debemos estar tan preocupados de ser intachables que de tener un corazón
sensato. Estar imbuidos de la sabiduría de Dios. Esa sabiduría se va
adquiriendo poco a poco con la oración diaria, la escucha de la Palabra, la
mirada creyente y el discernimiento. Es una carrera que no dura cuatro años
como los grados de la universidad. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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