sábado, 11 de enero de 2014

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Después de la mayor parte de su vida como uno de tantos Jesús comienza su ministerio público. Su presentación es a su estilo. Se va al Jordán para ser bautizado por Juan. Él le ha preparado el camino, y aunque Juan es menor, Jesús quiere ser bautizado por él. Jesús tiene que ser semejante a nosotros en todo menos en el pecado, pero se «hizo pecado», es decir, asumió las consecuencias del pecado, de vivir en un mundo «tocado» por el pecado. Seguimos profundizando en las consecuencias de la Encarnación.
Mesías significa ungido. Jesús no fue ungido por Juan como los antiguos profetas ungían con aceite al que el Señor había elegido para ser rey o profeta. Jesús ha descubierto que el Padre quiere que sea presentado por Juan, sin ruptura con la Antigua Alianza, pero la unción viene del cielo, es el Espíritu Santo el que directamente unge la humanidad de Jesús. Y es el Padre el que da testimonio de la elección con la voz que resuena sobre las aguas: “Este es mi hijo, el amado, mi predilecto”.
Jesús se presenta mediante el signo del bautismo de Juan, bautismo de conversión, porque su ministerio va a ser también espiritual, de llamada a la conversión. Pero en esto sí hay ruptura con Juan. Juan es tajante y amenazador ya lo veíamos en el Adviento. Jesús por el contrario sigue el estilo que Isaías profetizó para el Siervo de Yahve: “No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”.
Estos textos me dicen muchas cosas, trataré de no aturullarme: somos tentados de presentarnos «por nosotros mismos», de no necesitar aval de nadie, ni de Dios tampoco; somos tentados de aparecer como los que «parten de cero» sin valorar lo que otros han sembrado antes que nosotros; somos tentados de «ser flojos» si no planteamos los listones altos aunque muchos se queden sin poder saltar tan alto; somos tentados de olvidar el núcleo de nuestra misión que es «curar y liberar»…
Vivamos este domingo la Eucaristía buscando esa voz del cielo “este es mi hijo, mi amado, mi predilecto” (Para que nos lo creamos). Esta voz resuena en nuestro interior desde el día de nuestro bautismo y cada vez que comulgamos Dios ve más y más en nosotros a su Hijo Jesús. Él quiere que seamos una manifestación, una Epifanía de su misericordia cuando pasemos haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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