Ahora podemos leer la predicación diaria del Papa,
que sin ser magisterio extraordinario, son como pinceladas del cuadro de
renovación que se está pintando. Esta semana el Papa hablaba de los cristianos
tristes que “Prefieren una vida enjaulada en su preceptos, en sus compromisos o
en su espiritualidad”. Es un tema recurrente en sus homilías. En la JMJ decía
que no seamos acartonados como estatuas
de museo. A bastantes católicos desconcierta este Papa, como desconcertaba
Jesús a San Juan Bautista. Él lo anunció y le preparó el camino. Pero Jesús no
era como él se esperaba. Su pregunta “¿Eres tú el que tenía que venir…? y la
afirmación de Jesús: “Dichoso quien no se sienta defraudado por mí” nos indican
claramente lo que pasaba.
Dice Jesús que el más pequeño en el Reino es más
grande que Juan, porque él se queda en el antiguo Testamento. No escuchamos el
Evangelio del domingo pasado por celebrar la Inmaculada, en él Juan daba caña y
presentaba al Mesías como el que separa el trigo de la paja para quemarla en el
horno encendido. Juan esperaba un juez, no un profeta de consuelo y
misericordia. Esperaba a un Mesías que apedreara a las adúlteras, no que las
dejara marchar perdonándolas. También nos puede pasar a los católicos del siglo
XXI vivir en el Antiguo Testamento bien de forma puntual o continua.
Juan fue víctima de la impaciencia y en su corazón
nació la queja. También nos pasa a nosotros cuando no somos capaces de vivir en
el ritmo de Dios y nos comportamos como niños pequeños caprichosos. Nos pasa
cuando no sabemos respetar el ritmo de maduración de los demás, de la
comunidad, de la misma Iglesia. Surge dentro de nosotros la queja. La queja es
lo contrario a la alegría del Evangelio. Es fruto de ver sólo la paja en el ojo
ajeno, de no mirar la historia con los ojos de fe, de no esperar de los demás
como espera Jesús.
Ante la pregunta de Juan Jesús no da una respuesta
teórica para demostrar que es el Mesías, se remite a los que está sucediendo, a
lo que se puede ver y oír, a los signos que anunció Isaías. Los pobres son
evangelizados, hay una buena noticia para ellos. A poco más de una semana de la
Navidad podemos preguntarnos qué signos de la cercanía de Dios hemos visto.
Quizá no los hemos percibido. Cuando vemos un comedor que dice “no traigáis más
comida no podemos almacenarla”; cuando ver a unos jóvenes tomando chocolate en
una asentamiento de inmigrantes; cuando ves a más de 50 jóvenes trabajando en
un musical al que asisten 1500 personas; cuando ves a más de 30 universitarios
recogiendo alimentos en el Campus… descubres que ves la gloria del Señor, que
la estepa y el páramo florecen y dejas quejarte, la alegría te cerca por detrás
y por delante. Pues a buscar esos signos de la cercanía del Señor. Feliz día y
bendiciones.Para ver las lecturas pincha aquí.

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