domingo, 17 de noviembre de 2013

SEMANA TRIGÉSIMO TERCERA TO CICLO C DOMINGO

Los inspectores de hacienda están cotrolándolo todo para sancionar la economía sumergida que en nuestro país llega al 25% y explica en parte por qué un país con tanto paro no está sumido en el caos  Han controlado las casetas en las ferias y ahora se van a pasar por los banquetes de las bodas y las comuniones. ¿Se implanta así la justicia? ¿A fuerza de decreto y con la sanción como amenaza?

Hoy hemos rezado con el salmo que el Señor llega para regir la tierra con justicia. Para los creyentes la auténtica justicia no es posible sólo con el esfuerzo humano sino que viene de arriba. Decía Benedicto XVI en la Spes Salvi que no sería justo que en la mesa del reino de los cielos se sentaran juntos víctimas y verdugos. En el Medievo lo único que frenaba a los tiranos era la figura del pantocrátor juzgando pintada en las Iglesias. No era una amenaza para los pobres sino una advertencia para los poderosos. Una palabra como la de la primera lectura es esperanza para los oprimidos que no tienen otra esperanza.

Digo bien, esperanza para los que no tienen otra posibilidad de esperanza, pero no opio para que los oprimidos no luchen por la justicia. Esperar que la justicia venga de lo alto no significa no hacer nada. Esa es la advertencia de San Pablo a los tesalonicenses que ni siquiera trabajaban esperando la vuelta del Señor. La justicia definitiva que un día vendrá, empieza dentro de cada uno de nosotros y si está dentro no nos es posible dejar de trabajar por hacer este mundo más justo. Si ante las injusticias permanecemos impasibles es que no está la justicia dentro de nosotros.


Y en esa lucha por la justicia nos encontramos con oposición. Cuando una cristiano tratar de ser honesto y honrado en su trabajo se hace incómodo y hasta odioso para los corruptos hasta en la propia familia te buscas problemas si te niegas a vender un piso cobrando dinero en negro. Entre nuestros hermanos también han perdido la vida muchos por luchar por la justicia como los jesuitas con Ignacio Ellacuría a la cabeza en el Salvador hace 24 años. Su ejemplo nos alienta. Jesús nos invita a perseverar y a confiar. Hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.  

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