Si nos fijamos bien en las tentaciones de Jesús no
son tentaciones burdas sobre cuestiones morales. No es tentado de “hacer cosas
malas”. Son mucho más profundas y sutiles. La primera ataca por la necesidad de
comer, de sobre vivir, la segunda sobre el poder, la tercera es la tentación a
Dios mismo. En el fondo son tentaciones que atacan a la fe no a la ética. Van
dirigidas a poner a prueba la fe.
En le primera lectura leemos lo que se recitaba al
ofrecer las primicias, es como un credo del Pueblo de Israel. Para el Pueblo de
Dios era muy importante no olvidar “lo que Dios ha hecho con nosotros”. Si soy
un hombre libre que tiene una tierra donde cultivar es porque el Señor lo ha
hecho. Por eso yo le ofrezco a Dios las primicias de mis cosechas. No me basto
a mí mismo, no soy autosuficiente, dependo del Señor y en él tengo puesta mi
confianza. Si nosotros somos lo que somos gracias a lo que tenemos y nos hemos
ganado, no llegaremos a vivir una fe profunda y madura. Nuestro estado del bienestar
con todas las coberturas sociales y legales que tenemos nos da una seguridad
falsa que nos hace sentirnos tan seguros que nos hacemos la ilusión de que
podemos vivir sin Dios.
En la segunda lectura se nos habla de a fe creída y
profesada. Esta es otra tentación: la de no profesar la fe con los labios. El
lunes se quejaba un contertulio en la radio de que se diera tanta cobertura
mediática a la renuncia del Papa cuando “la religión es una cuestión
estrictamente privada”. Esa concepción laicista radical se mete como un virus a
muchos católicos europeos que viven la fe de un modo oculto, vergonzante. La fe
se lleva dentro pero no sale fuera. No compartimos las opiniones que nuestra fe
forja en nosotros, no decimos que participamos de una comunidad cristiana, no
decimos “rezaré por ti” o incluso “¿quieres que recemos ahora mismo por este
problema?”. No mostramos que vivir la fe es una experiencia gozosa.
Iniciamos la Cuaresma del Año de la fe. Y empezamos
por las tentaciones de la fe. Yo no sé vosotros pero toca Cuaresma implica una
tribulación. La Iglesia entera la vive con el cambio de Papa. Confiemos porque
el Señor está con nosotros en la tribulación. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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