sábado, 3 de noviembre de 2012

SEMANA TRIGÉSIMO PRIMERA TO CICLO B DOMINGO


Cuando leo este evangelio me acuerdo de los que dicen “yo no necesito ir a misa para ser bueno” y  “lo que Dios quiere es que seamos buenas personas y no tanto ir a misa”. También recuerdo algunos diálogos de sacerdotes en los que se trataba de precisar si la prioridad ética sobre el culto en el cristianismo.  Todo esto viene por las últimas palabras del escriba “vale más que todos los holocaustos y sacrificios…”. Otro desequilibrio se da entre el amor a Dios y el amor al prójimo.  

En todos los sistemas religiosos hay culto y ética. Hay deberes respecto a Dios y deberes respecto a los semejantes. No en todos los sistemas el equilibrio es tan perfecto como en el cristianismo. Nosotros creemos en un Dios encarnado, en Jesucristo Dios y hombre verdadero. La humanidad y la divinidad no son dos esferas ajenas y separadas sino entrelazadas y recíprocas. En San Mateo escuchamos “lo que hicisteis con uno de estos conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40)  y en San Juan leemos “si alguno dice que ama a Dios y aborrece a su hermano es un mentiroso” (1Jn 4, 20). Una de lis signos, de los frutos de una vida cristiana que nos sirven para discernir su autenticidad es el amor a los hermanos. Si nos encontramos a un hermano que dice está muy unido a Dios y no lo está a los hermanos se está engañando.  Los grandes místicos del cristianismo han sido grandes filántropos.  Han sido personas volcadas en los demás, sobre todo en los pobres y los necesitados.  Y al revés los más entregados a los demás como la Beata Teresa de Calcuta, que tenía tanto que hacer dedicaba más de una hora diariamente a la oración ante el sagrario.

De todas formas habría que revisar lo que en nuestra vida se refiere directamente a Dios. Amar a Dios implica dedicarle tiempo. El tiempo es oro para muchas personas dedicar en el fin de semana ni una hora a la Eucaristía es un holocausto difícil de llevar. ¿Cuánto tiempo le dedico a él, a la oración, a leer la Palabra, a la formación? Podemos caer en activismo, en la dedicación a los demás, en la urgencia de lo inmediato… y es un círculo vicioso. Nos autoconvencemos de que es más importante dedicar tiempo a los demás que a Dios. Que es lo que Él quiere, que a Él no le importa. Y es un engaño, nos vamos enfriando en la relación con Dios. Nos vamos vaciando. Al final nos quemamos.  

La madurez espiritual, de la vida cristiana implica este delicado equilibrio. En Cáritas de mi parroquia nos hemos propuesto orar con los que vienen pidiendo ayuda. Claro que Dios está en el despacho de Cáritas, pero no podemos darlo por supuesto. Lo que hacemos allí lo hacemos porque amamos a Dios.  Necesitamos realizar estos signos. Poner a Dios, la oración en los signos de nuestra “acción social”.  Ya hemos puesto la oración en la catequesis y muchas otras acciones. Es el momento de ponerlo también en Cáritas. Pongámoslo en otros espacios de nuestra vida. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas picha aquí. 

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