Toda elección se basa en una valoración. Cuando
tenemos que optar ponemos en la balanza las dos partes y ponderamos de acuerdo
a una serie de valores. A veces la valoración es tan burda como qué me apetece
más, o qué me conviene más. Conforme adquirimos madurez humana, al realizar
este juicio no nos atamos tanto a nuestro egocentrismo y somos capaces de
valorar de forma objetiva, es decir, de medir el valor que esa opción tiene en
sí misma y no en relación a los propios intereses.
Este hombre no era malo, era necio. No había
alcanzado la sabiduría necesaria para reconocer lo que tiene más valor. Su
corazón como dice el salmo no era sensato, no había rogado y pedido a Dios la
sabiduría que vale más que las piedra más preciosa. No era un hombre totalmente
materialista. Aspiraba a la vida eterna. En su alma experimentaba la
insatisfacción de lo material. Buscaba la rectitud y procuraba cumplir los
mandamientos. Pero valoraba más sus riquezas que el seguimiento de Jesús que
implica desprendimiento de ellas.
Jesús es el tesoro que vale más que todas las
riquezas del mundo. Y eso este hombre no fue capaz de reconocerlo. Si lo
hubiera hecho no hubiera dudado en desprenderse. Tenía puesta su confianza en
el dinero y no se fiaba de lo que aquel nazareo le prometía. La seguridad falsa
del dinero lo cegaba. Le faltaba fe, fe en Jesús. La fe como vemos no es algo
irracional sino que es un acto humano, que requiere madurez y no es ciega, se
basa en un juicio, en un razonamiento. «Escojo seguir a Jesús, cueste lo que
cueste porque tiene una valor superior a las demás opciones de mi vida». ¿No
tenemos ejemplos del ciento por uno con persecuciones en nuestra vida? El
mártir descubre que seguir a Jesús que es la VIDA tiene más valor que la propia
vida y por eso la pierde antes que abandonar a Jesús.
Pongámonos hoy bajo la mirada de Jesús, sí,
tendremos que rendir cuentas ante él, pero nos mira con cariño como a aquel
joven. El conoce hasta el fondo de nuestra alma con su mirada penetrante. Sabe
de lo que no nos queremos desprender, de nuestras falsas seguridades. Bajo esa
mirada misericordiosa renovemos nuestra fe. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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