Recuerdo que al término la JMJ de Madrid un joven
me dijo que le había sorprendido mucho la riqueza y variedad de jóvenes
creyentes que había visto allí. Verdaderamente sorprendía ver las oleadas de
diferentes grupos con sus distintivos, sus consignas, sus atuendos y estilos. Y
todos en la misma barca. Este tipo de encuentros ayuda a no mirar a los que no
son de mi grupo, de mi marca como los que “no son de los nuestros”. Caemos en la cuenta de que el Espíritu Santo no
actúa sólo en mi comunidad, y de la forma que lo hace en ella. De que no
tenemos al Espíritu Santo en un bote, que no tenemos la exclusiva sobre él, ni
siquiera los “Carismáticos” que somos los “forofos del Espíritu”. Esa frase de los apóstoles es muy sectárea.
Aunque la vida de fe implica cierto sectarismo. A
ver si lo explico bien, quiero decir separación del resto. En el Pueblo de
Israel era seña de identidad ser la Nación Santa, el Pueblo escogido separado
del resto de los pueblos. Pero esta separación que era un medio para ser
sacramento se convirtió en un fin en sí mismo y era causa de injusticia. La
separación con lo pagano llevaba a situaciones absurdas y de pecado. Jesús no era así y los
cristianos no vivían así. Una vez superado el problema de los judaizantes se
practicaba la misericordia con todos los pobres fueran creyentes o no, aunque
la caridad se reservara para la vida de fraternidad de la comunidad cristiana.
Ser creyente lleva consigo un estilo de vida que
cómo veíamos el domingo pasado resulta molesto para el resto. Sin que te lo
propongas se te hace el hueco, vas contracorriente. Estamos en el mundo sin ser
de él. No lo demonizamos, lo amamos pero no nos identificamos con él porque queremos
transformarlo. Y además, el creyente en cierto modo se tiene que guardar del
mundo. Tenemos que proteger nuestra vida espiritual sin medias tintas ni
componendas nos dice Jesús. No miramos
de la misma manera (nos sacamos un ojo) no ponemos la mano a cualquier oferta
(nos cortamos la mano) no andamos por los mismos caminos (nos cortamos un pie) …
es en este sentido en el que digo que somos sectáreos.
Puede ser útil releer la Gaudium et Spes para
recuperar ese sentido de saludable secularidad. El catolicismo creo que es la
religión menos sectárea. Hace decenios el problema era mundanizarnos, ahora es
aislarnos. Benedicto XVI, con iniciativas como el “atrio de los gentiles“, busca
establecer puentes con los que él llama “peregrinos de la esperanza”. Los que
sin estar con nosotros no están contra nosotros. No es tiempo de restar sino de
sumar, de abrirnos a todos con confianza para reconocer en ellos la obra del
Espíritu. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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