La plenitud de la Ley es el amor no el legalismo. Jesús
no viene a dar una vuelta de tuerca a la ley del Antiguo Testamento. Así hemos
de leer el sermón e la montaña. No es
más exigencia sino llevar a su plenitud, no conformarnos con chapotear sino
nadar. Y vivir la plenitud del amor es la mejor prueba que hoy podemos dar de
que el Señor es el Dios verdadero, porque su Espíritu habita en nosotros y nos
lleva a esa plenitud. Que vivimos lo que
decimos y no somos profetas falsos. Hoy recordamos a una santo predicador
franciscano ¿Qué tal profeta soy yo? Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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