sábado, 3 de marzo de 2012

SEMANA 2 CUARESMA DOMINGO


La semana pasada el espíritu nos empujaba al desierto, esta semana se trata de subir a la montaña. En muchas religiones los santuarios están en lo alto de los montes. Para encontrarse con Dios hay que elevarse por encima de lo cotidiano y subir a otro nivel. Salir de lo inmanente para tener experiencia de lo trascendente. Ejemplos de santuarios en el monte son Montserrat, La Peña de Francia en Salamanca, Covadonga, Lluc en Mallorca o la Virgen de la Cabeza. Son lugares de peregrinación, lugares de encuentro con Dios, donde el creyente se relaciona con Dios.

Para subir hay que dejar, abandonar, hay que estar dispuesto a perder. Abrahán subía al monte dispuesto a perder a su hijo querido.  Para él era más importante no perder su relación con Dios que guardarse lo más precioso y valorado. La relación con Dios es más importante.  “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. Es cierto que la prueba de Abrahán raya en lo absurdo, pero es ejemplo para judíos, musulmanes y cristianos de lo que significa ser verdadero creyente.  Esto que voy a afirmar hoy es tachado de fanatismo por el pensamiento dominante relativista pero así es: “La fe en Dios hace que todo lo demás sea relativo”. En este segundo domingo de Cuaresma tenemos que preguntarnos: ¿Dónde está Dios en mi vida? ¿Qué pierdo, qué me juego por él? Hace unos días una miaga que trabaja en un centro de menores donde llevaban a una menor a abortar me decía: “cuando me toque a mí firmar no lo haré aunque me juegue el puesto”.

Jesús subió al monte con los tres más íntimos para revelar una nueva religión – relación con Dios. Hasta entonces eran Moisés y los profetas los mediadores entre Dios y su Pueblo. Ahora el mediador va a ser Jesús de Nazaret, a él hay que escuchar porque es el Hijo amado de Dios.  En él brilla la plenitud de la divinidad, en su rostro se refleja la Gloria del Padre que no es majestad, no es gloria humana, sino su infinita misericordia.  El mismo Jesús ante el cual el viernes santo se volverá el rostro al contemplar algo inenarrable.  Entonces Jesús subirá al monte para reconciliarnos con Dios.

Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros. Dios sí que perdió a su Hijo por nosotros, lo arriesgó todo.. Para él ninguno somos “algo” relativo ¿Cuánto valemos nosotros para Dios que ha hecho esto por nosotros? Somos hijos amados suyos. Estas consideraciones deben movernos en este domingo a experimentar una profunda compunción por no amar a Dios sobre todas las cosas y a, como dice el salmo, ofrecerle un sacrificio de alabanza, es decir la Eucaristía en la que nos unimos al sacrificio del Cordero sin mancha ni defecto que con su sangre nos ha hecho hijos amados de Dios.  Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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