Llevamos varios domingos viendo a Jesús curar. Curó
a la suegra de Pedro y otros muchos en Cafarnaún, curó a un leproso por el
camino; hoy de vuelta en Cafarnaún cura a este paralítico. Pero hay algo nuevo
esta vez. Jesús se fija en primer lugar no en la enfermedad física de este
hombre sino en la salud de su alma, es decir en su relación con Dios. Jesús
perdona sus pecados. Recordemos que enfermedad y pecado están relacionados como
signos del dominio del mal. Jesús, que niega la relación causa-efecto entre
pecado y enfermedad, vence al mal desde su misma raíz. Esta es la salvación que anunció Isaías, que sería
nueva y que para los fariseos es inaudita e inconcebible.
Jesús es el cordero de Dios que quita los pecados
del mundo. Su misión no se reduce a enseñar una doctrina a seguir, que muchos,
incluso no creyentes admiran. El es cumplimiento
de la promesa hecha por boca de Isaías de borrar definitivamente los pecados. Como
dice San Pablo en él las promesas han recibido un sí. Él es el “Amén” de Dios.
El dijo un Amén al Padre que remedia y repara el no a Dios de toda la
humanidad. Él borra los pecados.
Dos preguntas podemos hacernos en este domingo a
las puertas de la Cuaresma. ¿Soy consciente de mi pecado? ¿Soy consciente de la
necesidad que tengo de ser sanado desde el mismo centro de mi alma en mis
rebeldías e idolatrías? Puede que estemos postrados en camilla, incapaces de
amar y de recibir amor y no nos demos cuenta. En la primera lectura Dios acusa
a su pueblo para que reaccione, pues no es consciente de su pecado. Cuando
comenzamos la Santa Misa realizamos el acto penitencial que tiene como
finalidad que seamos conscientes de que necesitamos ser sanados espiritualmente
de que venimos en camilla.
También debemos preguntarnos si somos conscientes
del precio del perdón de nuestros pecados. La celebración de la Eucaristía nos
recuerda constantemente que Jesús entregó su vida, derramó su sangre por
nuestra liberación. Caer en la cuenta de esto tiene como fruto no sólo una
perfecta contrición, dolor de los pecados; sino que también brota de nuestro
interior un cántico de alabanza. El Espíritu con hemos sido sellados nos hace
agradecer y alabar de corazón. Buen pórtico de la Cuaresma es la Palabra de
este Domingo para que empecemos a ponernos en actitud de conversión. Feliz
domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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