Jesús no solo predica, no sólo habla, también hace,
actúa. Las obras de Jesús más sorprendentes son las curaciones de los enfermos.
En Israel estar enfermo significaba la consecuencia de un pecado. Los enfermos
eran ciudadanos de segunda categoría, estaban en el grupo de los “pecadores”. El
libro de Job se escribió como una reflexión sobre el sufrimiento del justo. ¿Por qué sufren los justos? Las palabras de
Job son la de un hombre que no tiene más horizonte que la muerte. ¿No hay esperanza? Los profetas, sobre todo
Isaías anunciaba que el Mesías curaría a los enfermos. La venida del Mesías supondría
la superación de la enfermedad como signo de la victoria sobre el poder del
mal.
Ese Mesías es Jesús que con las curaciones muestra
que ha llegado el Reino de Dios. Con él el poder del mal y del pecado es vencido.
Las curaciones y las liberaciones de los demonios son también un anticipo de la
vida nueva, de la existencia glorificada que nos espera a los hijos de Dios. En
el s. XXI la medicina ha avanzado muchísimo. Pero no puede curarlo todo. El empeño por
remediar la enfermedad es loable y bueno. Pero también tenemos que aceptar que
no podemos erradicar la enfermedad. Y menos con medios tan extraordinarios que
atentan contra los límites de la bioética. El fin no justifica los medios.
Jesús sigue sanando hoy. El dijo que a los que él
enviaba les acompañarían los mismos signo que él había hecho. Y de hecho cuando
la medicina no tiene solución seguimos acudiendo a la oración para implorar la
curación. Yo administro la unción de los enfermos con esta intención muchas
veces y tengo que decir que el Señor sigue curando a los enfermos. Esta es una buena noticia y ¡ay de mí si no
evangelizo! A veces no hablamos de esto por no dar “falsas esperanzas”. También
he vivido la muerte de amigos jóvenes después de mucho interceder. Pero como
tengo claro que lo mío no es magia, sigo orando y confiando.
Pero Jesús no sólo cura el cuerpo, realiza una
sanación más profunda: sana los
corazones destrozados. Esto es más sorprendente todavía. También soy testigo de
cómo Jesús sana el corazón de una mujer maltratada, de un adolescente que se ha
sentido rechazado desde pequeño, de un empleado machacado por su jefe, de una
madre que ha perdido un hijo, de un esposo engañado por su esposa, de un amigo
defraudado por otro amigo, de una mujer que ha sufrido un aborto provocado… ahí
no llegan los ansiolíticos y antidepresivos que sólo remedian los síntomas. La experiencia
del amor de Dios es sanadora desde lo más profundo del ser humano.
Dejemos que hoy Jesús nos cura de las calenturas
que a veces tenemos y que nos impiden servir y estar con los débiles mostrándoles
la compasión de Dios. Esa calentura es muchas veces el embotamiento intelectual
frente al mal parecido al de Job.
Hagámonos como nuestro Dios, débil con los débiles, seamos compasión y
misericordia entrañable con los enfermos. Démosle esperanza en Jesús, Salvador
integral del ser humano. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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