Anoche pedía al Señor que me mostrara el camino que
he de seguir, sobre todo en el acompañamiento de los universitarios que ayer se
morían de vergüenza porque en medio del Campus me puse a bendecirle a una chica
una medalla. Le pedía al Señor una palabra y estuve leyendo en Hechos cuando
Pablo llegó a Éfeso y se encontró con una comunidad que no conocía al Espíritu
Santo. Les impuso las manos y vivieron un nuevo pentecostés. Me he acordado de
esto al leer el comienzo de la carta a Timoteo: «Reaviva el don que recibiste por
la imposición de mis manos… no se nos ha dado un espíritu cobarde». La JMJ ha
contagiado a los jóvenes de coraje, pero ha sido un contagio sociológico, de
masas, no en el Espíritu. Falta Parresía, el coraje en el Espíritu para ser
testigos sin avergonzarse. Hay que invocar al Espíritu sobre ellos para que la
unción del bautismo y la confirmación sea reavivada. Feliz día y bendiciones.
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