
Terminamos
el Adviento con María. En ella contemplamos todo lo que la Palabra nos ha ido
diciendo en estas semanas precedentes. Como en el día de la Inmaculada la vemos
temblando ante la presencia de Dios, porque se reconoce pequeña ante Dios. No
quiere ser más de lo que es. Es de los que se gozan en su pequeñez. María no es
protagonista de la Historia, asume su papel con sencillez y docilidad. Es una
mujer de verdadera esperanza porque no se conforma con lo que desde la lógica puede ser esperado, se abre a las posibilidades del Espíritu que nos superan ampliamente.
Pero
sobre todo en María contemplamos la acogida. El Dios de los cristianos no se
impone, es un Dios que llama a la puerta y necesita ser acogido con confianza. En
muchos sitios esta semana previa a la Navidad se celebran las posadas. María y
José van llamando a las puertas para obtener posada. ¿Van a encontrar en
nosotros acogida? La acogida es una de las notas distintivas del cristianismo.
El otro día me contaban unos amigos su experiencia en los monasterios ortodoxos
del Monte Athos en Grecia. Ya estaremos
preparando nuestras cenas y celebraciones familiares y de amigos. No son una
tradición sin más. Son una oportunidad para poner en práctica la acogida. Son también un signo del Reino.
Y
en nuestra mesa, para que sea cristiana no puede faltar el plato de los pobres,
como en las arras de un matrimonio cristiano está la número trece que es la
porción de los pobres. Las comunidades cristianas somos solidarias todo el año,
nuestro corazón está tierno siempre, y seguro que vamos a estar a la altura de
los tiempos que corren. La campaña de Cáritas de este año es muy interesante.
Esta crisis es una oportunidad para adoptar un estilo de vida más sencillo para
que otros sencillamente puedan vivir. Comulguemos hoy con la acogida de María al
Verbo en su seno para hacerlo carne. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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