Hace dos semanas estuve en Jerez y estaban celebrando unas fiestas relacionadas con la vendimia. El final del verano es el tiempo de recoger el fruto de los viñedos que después será vino en nuestras fiestas, mesas y eucaristías. Precisamente en estos domingo estamos escuchando estas parábolas en las que Jesús recurre a la imagen de la viña, que como hemos visto, ya utilizaron los profetas como Isaías. La viña del Señor es su Pueblo, ese Pueblo que Dios se escogió y al que Dios ha cuidado con amor de esposo. El pueblo con el que Dios hizo alianza.
La Palabra de este domingo refleja muy bien lo que ha sido la historia de la salvación. Los desvelos de Dios y la infidelidad de Israel. Esa infidelidad es la falta de fruto, la no correspondencia al amor de Dios, la violación constante de la Alianza. Los labradores rechazaron a los profetas representados en la parábola por los criados, y llegaronn incluso a matar al Hijo que envía el dueño de la viña. Es el drama de la misión de Jesús. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Estas palabras han de ser aplicadas a la Iglesia , la Viña que ahora el Señor ha elegido para que de fruto.
Me llama la atención esas palabras de los labradores "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Me recuerdan al Génesis, a ese afán del hombre por apropiarse de la gloria de Dios, por usurpar la divinidad. La herencia del Hijo es precisamente lo que Jesús vino a regalar a los que aceptan vivir como hijos de Dios. Esta es la lucha que el ser humano trae con Dios: arrebatarle la divinidad. El resucitado no viene a darnos mala muerte sino a darnos la paz, esa paz que sobrepasa todo juicio, que custodia nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Cuando hallamos esa paz la lucha con Dios cesa y nos decidimos a amarlo, a entregarle el fruto que le debemos. Feliz fin de semana y bendiciones. PAra ver las lecturas pincha aquí.
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