domingo, 16 de octubre de 2011

Domingo XXIX TO CICLO A


Hoy nos toca hablar de política, los textos lo “mandan” y precisamente cuando un candidato ha puesto a la Iglesia en el punto de mira de la campaña electoral.  Aprovecho para explicar que se le permitió a la Iglesia inscribir en el Registro de la Propiedad  bienes inmuebles sin documentación porque de la mayoría de los bienes eclesiásticos no poseemos documentación alguna. No tenemos escrituras de propiedad de las catedrales ni de las parroquias. Ni tampoco de casas parroquiales y centros parroquiales ni fincas… se ha llegado afirmado que con este “privilegio” la Iglesia se ha apropiado bienes que no son suyos.  Yo lo veo como un trato peculiar para una situación peculiar.
Jesús vivía en una teocracia. El poder religioso y político no se distinguían. El Sanedrín aplicaba la Torah.  Los romanos también habían divinizado el poder y a ciertos emperadores se les rendía culto como dioses. Para los judíos pagar impuestos a Roma no era una cuestión meramente tributaria, podía ser interpretada como idolatría. Las monedas paganas no servían para el Templo porque llevaban efigies de autoridades paganas, por eso había cambistas en los atrios.
Lo primero que podemos afirmar hoy es que la política es necesaria para el desarrollo de la vida social pero no es un fin en sí misma, es un medio. En la primera lectura se nos presenta a un gobernante pagano Ciro, del que Dios se sirve para llevar a su pueblo de vuelta del destierro.  Recuerdo ahora las expectativas que despertó Obama cuando ganó las elecciones. Es un pobre hombre como nosotros que hace lo que puede.
Lo segundo que podemos afirmar es que religión y política deben colaborar pero ser independientes.  Es la conclusión que  podemos extraer de la frase de Jesús que ha quedado como una de sus máximas más conocidas. Traigo a colación algunos textos de la Gaudium et Spes que es bueno releer hoy.
La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso (42) Es, pues, evidente que la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios, aun cuando la determinación del régimen político y la designación de los gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos. (74) La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana. (76) Ciertamente, las realidades temporales y las realidades sobrenaturales están estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia se sirve de medios temporales en cuanto su propia misión lo exige. No pone, sin embargo, su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio o las nuevas condiciones de vida exijan otra disposición (76)
Y para concluir nos tenemos que aplicar la sentencia de Jesús. Dar al cesar quiere decir ser los mejores ciudadanos no sólo en pagar nuestros impuestos sino en los detalles cotidianos de la vida de aparcar, reciclar adecuadamente… siempre pensando en el bien común. Obedecer las leyes que sean justas y plantear por los cauces correctos la objeción a las que no lo sean. Dar a Dios lo que es suyo, la Gloria y el poder. Poner sólo en el nuestra confianza como salvador, como Señor de Señores al que adoramos nos rendimos. De él viene el poder que la Iglesia necesita que no es otro que el del Espíritu que como dice Pablo en la segunda lectura actuaba cuando la fe se propagaba Feliz domingo y bendiciones. 

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