
Los campos están llenos de mieses que aclaman y cantan. La lluvia de la pasada primavera ha hecho posible que la semilla plantada en otoño haya dado fruto. La semilla lleva en sí un proyecto de vida nueva multiplicada. Es asombroso el dinamismo de la vida. Las semillas al humedecerse se pudren y al morir comienza algo nuevo. Este dinamismo es el que Dios quiere expresar por el profeta.
Pero la Palabra de Dios no es mágica. No produce su efecto sí o sí. Ese dinamismo se topa con las circunstancias como la semilla esparcida por el campo. En el caso de la palabra de Dios se trata de la acogida que nosotros los hombres damos a su Palabra, el terreno en el que cae. Podemos pensar que tipo de terreno hemos sido nosotros durante el curso que se ha acabado. ¿Qué ha hecho la Palabra en mí?
Demos gracias por todo lo que ha ido produciendo en nuestra vida, puede que muchos de los frutos no estén patentes a nuestros ojos y sean un gemido interior de nueva creación que todavía no ha despuntado, un brote bajo tierra llamado a ser un árbol hermoso en el futuro. Hay plantas que antes de brotar producen tubérculos y muchas raíces bajo tierra. Digo esto porque en las cosas del reino como en la agricultura los efectos no son instantáneos.
Veamos este verano también como una ocasión para preparar el terreno para la siembra del curso próximo. Una buena lectura, participar en algún retiro o convivencia, una peregrinación edificante… nos pueden ayudar. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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