domingo, 1 de mayo de 2011

Domingo 2º Pascua Ciclo A

El segundo domingo de Pascua es el domingo de la Divina Misericordia. Una fiesta que instituyó Juan Pablo II, y que tiene su origen en las visiones t revelaciones de una religiosa polaca Santa Faustina Kovlaska. Vio a Jesús con dos rayos, uno rojo y otro blanco manando de su pecho. Decía el Santo Padre en la homilía de esta fiesta en 2001: “Un día Jesús le dijo a sor Faustina: "La humanidad no encontrará paz hasta que se dirija con confianza a la misericordia divina" (Diario, p. 132). ¡La misericordia divina! Este es el don pascual que la Iglesia recibe de Cristo resucitado y que ofrece a la humanidad, en el alba del tercer milenio”

La palabra “misericordia” se origina en la lengua latina y es el resultado de la suma de dos términos distintos: Miser que significa “pobre”, y corda que traducimos por “corazón”. La misericordia es la capacidad de entregar algo de sí mismo a la pobreza del corazón de mi hermano. La misericordia pasa siempre por el esfuerzo de arrancar algo de mí, para que sirva al crecimiento humano del otro. Jesús es el icono más perfecto de la Misericordia de Dios. En el A.T. junto a este término aparece el de la compasión de Dios. El Señor nos ve en nuestra pobreza y desvalimiento y compadecido de nosotros se lanza a auxiliarnos.

Nuestra pobreza, no sólo es nuestra debilidad propia del ser humano, la enfermedad, las limitaciones sino sobre todo nuestro pecado que nos hunde y nos hace más débiles. Dios, como dice un Prefacio, “Compadecido del extravío de los hombres quiso nacer la Virgen María”.

En el Evangelio de hoy Jesús muestra sus llagas, esas que Tomás quiere ver y tocar. Son las señales de hasta donde es capaz Dios de llegar con tal de amarnos. Dice Jesús “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Jesús envía a los discípulos, llenos del Espíritu Santo a perdonar los pecados. El don que brota de sus santas llagas,

Cuando no buscamos la Misericordia de Dios, no tenemos más opción que negar el pecado y vivir como si no tuviésemos conciencia. Pero esto es imposible, Las tinieblas de pecado entonces van oscureciendo el alma hasta que queda atada y la libertad se ve reducida trágicamente. Es todo lo contrario de vivir en Paz. Cuando doy la absolución a alguien le digo “vete en paz el Señor te ha perdonado”. Y que verdad que es. No hay mayor paz que la de saberse perdonado por Dios. Cantemos con el Beato Juan Pablo II la misericordia de Dios que es eterna y no dejemos de ser iconos de ese amor divino en esta Pascua. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.



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