lunes, 28 de marzo de 2011

Domingo III Cuaresma Ciclo A

Una de las finalidades del ayuno es ayudarnos a descubrir lo que es esencial y lo que es superfluo, para desprendernos de esto segundo. Los seres humanos nos movemos por necesidades. Así funciona la publicidad. Para vendernos algo superfluo o bien trata de convencernos de que lo necesitamos (creando así un nueva necesidad) o lo enmascara como necesario o finalmente establece una relación poderosa con algo verdaderamente esencial. Con el agua y la sed Jesús quiere hacernos pensar sobre lo que nos mueve en la vida.

El Pueblo de Israel se rebela porque le falta el agua en el desierto, el miedo a perecer conduce a la desconfianza ¿Está o no está Dios en medio de nosotros? El tentador, como los publicistas, consigue relacionar la sed con el supuesto abandono de Dios. Jesús juega también con distintos niveles de necesidades pero no para engañar a la Samaritana sino para revelarse a ella. Comienza con la necesidad primaria, luego pasa al amor, y finalmente al plano religioso. Aquella mujer no había conocido el amor. Había ido de mano en mano y encima sería mal vista. Con delicadeza Jesús la ayuda a reconocer esta necesidad. ¿Cuántas personas no han conocido el amor? ¿Cuántos no se han sentido verdaderamente amados? ¿Cuántos ya no creen en el amor o lo buscan desesperadamente y de cualquier manera?

Desde esa herida Jesús ofrece el agua que es un surtidor que salta hasta la vida eterna. Con delicadeza Jesús ayuda a la mujer a reconocer la sed que tiene del Don de Dios, del amor más grande, del que da la vida por los pecadores. Todos nosotros tenemos esta sed. La mayoría de la gente vive como si no tuviera esta necesidad. Tratan de apagar esa sed a base de consumir. En estos días asistimos atónitos a las multitudinarias borracheas convocadas con lemas como: “15.000 alamas sedientas”. El viernes escuchaba a dos alcohólicos que daban testimonio de que sin Dios no se puede salir de las garras de la dependencia.

Vivamos la Eucaristía de este domingo como ese encuentro personal con Jesús. Dejemos que nos pida y nos interpele con delicadeza sobre nuestras necesidades y el lugar que ocupan en nuestros deseos y proyectos. Demos gracias por participar en la Eucaristía, por haber sido capaces de reconocer que necesitamos venir a este pozo cada domingo. Y no nos guardemos este tesoro, comuniquemos a los demás como la Samaritana lo que nos ha pasado. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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