domingo, 20 de febrero de 2011

Domingo VII TO CICLO A


La semana pasada hablábamos de chapotear o de nadar con técnica. De una ética de cumplimiento de mínimos, de lo que la letra dice o de una ética más desarrollada que ponga en funcionamiento todas mis potencialidades. Jesús nos comparaba con los Letrados y Fariseos que no eran malas personas, eran religiosos y trataban de agradar a Dios.
Hoy Jesús nos compara nada más y nada menos que con Dios. Nos pone el listón muy alto cuando dice “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. En la primera lectura hemos escuchado “seréis santos porque yo vuestro Dios soy santo”. Moisés quería decir que el pueblo de Dios debería ser diferente a los demás pueblos, con una ética más desarrollada. Aunque vemos que el amor se queda en el pariente, en el prójimo entendido como pariente, amigo, vecino, etc. La ley del talión que hoy nos puede parecer una barbaridad en tiempos de Moisés era algo inaudito. Ciertamente el Pueblo de Israel era santo “separado” del resto de los pueblos al practicar esta venganza proporcionada al mal sufrido. Santidad no es por tanto perfección moral sino ser al modo de Dios, ser diferente de los demás, de los paganos.
El amor del Antiguo Testamento es a la medida de su experiencia de Dios. Jesús revela que el amor de Dios es mucho más grande que lo que ellos conocían. Un Dios que hace llover sobre buenos y malos que no hace distinciones, que entrega a su Hijo único para la salvación del mundo. El amor que Jesús predica es a la medida de este Dios que ha sido revelado completamente. El amor que Jesús proclama es un amor completo, porque eso significa perfecto, completo. No se trata de la perfección moral, de no fallar una, eso es imposible para los humanos. Se trata de un amor que desarrolle todas las potencialidades del ser humano y la medida del Padre compasivo y misericordioso.
Este amor sin límites ni fronteras, este no responder al mal con el mal, es más, combatir el mal con el bien, es una necedad para el mundo, para los que no conocen a Jesucristo. En él hemos visto esto hecho vida, no son teorías, es el Misterio pascual. EL nos ha mostrado que la victoria no es de los violentos, de los que se toman la justicia por su mano, de los que dan el amor con cuentagotas e interesadamente. Dice Jesús “así seréis hijos de vuestro Padre” que no es una anotación marginal en el libro de bautismos, un título, es una manera de ser. Es desarrollar una potencialidad de amar que ni nosotros mismos nos imaginamos y que es posible porque los hijos de Dios tenemos el ADN de Dios, su misma capacidad de amar.
En esta Eucaristía hagamos un nuevo acto de fe en que somos así, tenemos este ADN y podemos vencer al mundo con el amor. Juan Pablo II nos llamaba a construir la civilización del amor. Comamos el Pan de Vida que es levadura de vida nueva capaz de transformar el mundo y ¡a nadar! Feliz fin de semana y bendiciones. PaAra ver las lecturas pincha aquí.




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