
El rey de Israel no es simplemente una figura política. En una sociedad teocrática como la de Israel el Rey era elegido por Dios, y contaba con su bendición. El Rey era el “Ungido”, en hebreo “Mesías”. Vemos en la primera lectura el pacto que hace David con las tribus que reconocen su elección divina “El señor te ha dicho tú serás el pastor de mi pueblo”, y vemos la unción que es el signo exterior de la bendición de Dios, del poder que Dios otorga al elegido para la misión de gobernar. David es el prototipo y modelo de rey “gobernante y a la vez hombre de Dios” que desgraciadamente en la Historia de Israel se repitió pocas veces.
La liturgia de esta Solemnidad quiere que tengamos clara le mentalidad de los discípulos y de los que tenían puestas sus esperanzas mesiánicas en Jesús. No se trataba simplemente de un líder político. Ellos esperaban un Mesías, un hombre elegido por Dios, con una Misión de Dios y que contaría con esa bendición, con ese poder especial para instaurar la paz y la justicia. Pero Jesús no cumplió con sus expectativas sino que fracasó. Lo más alejado de sus esperanzas era un mesías crucificado, derrotado por lo poderes religioso y político.
El final del Ciclo C de este año litúrgico, es este pasaje de San Lucas en el que contemplamos a Jesús en la cruz bajo letrero “Jesús nazareno el Rey de los Judíos”. Y revoloteando alrededor la tentación: “demuestra quien eres, baja de la cruz y derrótalos con la verdad”. Las mismas tentaciones del desierto al comienzo se repiten ahora en el final: El poder, el espectáculo y dar la espalda al Padre. Y Jesús preocupado de los demás, de los que han crucificado con él. No desaprovecha la ocasión para ganar un nuevo discípulo, ahora que los suyos lo han abandonado. Ese hombre muestra la mayor fe de todo el Evangelio, es capaz de confiar en un hombre crucificado (que no puede nada) y condenado por los líderes religiosos (un maldito).
Así hemos de acercarnos a Jesús, no como el Rey que con su poder irresistible vence a los enemigos, sino como el inútil que lo puede todo desde su amor. ¿No tentamos también nosotros a Dios con nuestras peticiones e intercesiones? Ek poder de Dios no es más que el poder del amor. Su amor que no es un mero sentimiento, es la causa misma de la creación y que es capaz de hacerlo todo nuevo. Ese Amor hecho carne es Jesú,s el primero en todo, por quien todo fue hecho… el REY DEL UNIVERSO.
Acerquémonos al trono de la gracia, a la cruz y abandonémonos a su amor. Confiemos en el poder de su amor para transformar nuestras vidas y el universo. Adoremos a Jesús nuestro Rey.
La liturgia de esta Solemnidad quiere que tengamos clara le mentalidad de los discípulos y de los que tenían puestas sus esperanzas mesiánicas en Jesús. No se trataba simplemente de un líder político. Ellos esperaban un Mesías, un hombre elegido por Dios, con una Misión de Dios y que contaría con esa bendición, con ese poder especial para instaurar la paz y la justicia. Pero Jesús no cumplió con sus expectativas sino que fracasó. Lo más alejado de sus esperanzas era un mesías crucificado, derrotado por lo poderes religioso y político.
El final del Ciclo C de este año litúrgico, es este pasaje de San Lucas en el que contemplamos a Jesús en la cruz bajo letrero “Jesús nazareno el Rey de los Judíos”. Y revoloteando alrededor la tentación: “demuestra quien eres, baja de la cruz y derrótalos con la verdad”. Las mismas tentaciones del desierto al comienzo se repiten ahora en el final: El poder, el espectáculo y dar la espalda al Padre. Y Jesús preocupado de los demás, de los que han crucificado con él. No desaprovecha la ocasión para ganar un nuevo discípulo, ahora que los suyos lo han abandonado. Ese hombre muestra la mayor fe de todo el Evangelio, es capaz de confiar en un hombre crucificado (que no puede nada) y condenado por los líderes religiosos (un maldito).
Así hemos de acercarnos a Jesús, no como el Rey que con su poder irresistible vence a los enemigos, sino como el inútil que lo puede todo desde su amor. ¿No tentamos también nosotros a Dios con nuestras peticiones e intercesiones? Ek poder de Dios no es más que el poder del amor. Su amor que no es un mero sentimiento, es la causa misma de la creación y que es capaz de hacerlo todo nuevo. Ese Amor hecho carne es Jesú,s el primero en todo, por quien todo fue hecho… el REY DEL UNIVERSO.
Acerquémonos al trono de la gracia, a la cruz y abandonémonos a su amor. Confiemos en el poder de su amor para transformar nuestras vidas y el universo. Adoremos a Jesús nuestro Rey.
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