sábado, 6 de noviembre de 2010

Domingo 32 TO C


¿Qué pensáis cuando salís de ver una película como “Los otros” o “El Orfanato”? podríamos pensar que son películas que nos ayudan a los creyentes porque van del más allá, de la vida después de la muerte. Pero no nos engañemos. Esos films son ateos. Hay vida más allá de la muerte pero no hay Dios en ella. Son una versión laica del más allá. Es más, más que ayudar nos hacen la puñeta. Enseñan que la vida más allá de la muerte no se diferencia mucho de ésta y que todo se resume en fantasmas y polstergate. Es como pensar que Cuarto Milenio con sus misterios y sus investigaciones ayuda a abrirse a lo trascendente.
¿Por qué empiezo la homilía hoy con los fantasmas? Porque la Palabra de hoy vida de vida eterna. Los saduceos que preguntan a Jesús eran creyentes materialistas. No creían en la vida eterna. Los fariseos en cambio sí, en eso estaban cerca de Jesús.
En la primera lectura del libro de los Macabeos, uno de los últimos libros incorporados al canon del Antiguo Testamento, encontramos el testimonio de estos hermanos que prefieren morir antes que quebrantar la prohibición de comer cerdo. LA cuestión no es comer o no comer cedo que puede parecer irrelevante, sino la fidelidad a la alianza con Dios. Su actitud nos puede parecer fanática porque nos recuerda a los extremistas del islam que hacen estallar bombas colocadas a su cuerpo para provocar un atentado con la esperanza de ir al paraíso. Lo que nos quiere decir la Palabra de Dios es que la vida después de la muerte depende de las decisiones que tomemos en ésta. Algunos critican nuestra fe en la vida eterna como una evasión o un escapismo. Nada más lejos. Precisamente la vida terna nos hace vivir esta vida a tope y en plenitud, con toda su gravedad, si se me permite esta expresión. . Nuestra libertad es tan importante que pone en juego nuestra propia salvación.
En el Evangelio Jesús deja claro que la vida eterna n es una continuación de ésta sin más como burdamente los Saduceos insinúan con su pregunta. En las palabras de Jesús tampoco podemos ver un rechazo de la sexualidad. Simplemente afirma que al no haber muerte no habrá generación y por lo tanto “no se casarán” no habrá sexualidad tal y como la vivimos aquí indisolublemente unida a la procreación. En la otra vida habrá amor, ¡claro que sí! Pero de vivido de otra manera. Precisamente el celibato por el reino de los cielos es un signo, un anticipo de esa nueva manera de vivir la sexualidad entendida como capacidad de expresar y recibir amor.
Celebramos la Eucaristía, la fiesta de la vida. En ella pedimos sobre todo poder participar de la vida que Jesús inauguró con su muerte y resurrección. Demos gracias a Dios por el consuelo que nos regala con la esperanza que poseemos, como dice San Pablo en la Segunda Lectura. Pidamos porque la fe en la resurrección siga avanzando y en nuestro mundo haya esperanza. Feliz fin de semana y bendiciones.

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