lunes, 9 de mayo de 2016

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN

Se nos va la Pascua. Pienso en la sensación de los discípulos cuando Jesús se despedía definitivamente de ellos concluidos estos cuarenta días de encuentros pascuales. Su presencia sería diferente a partir de ese momento. Ya no volverían a ver sus ojos, a escuchar su voz, a abrazar su cuerpo. Lo mismo  nos pasa a nosotros cuando se nos acaba este tiempo de alegría desbordante, de fiesta continua. Vivimos la Pascua y toda nuestra vida cristiana en esa tensión entre la alegría y la tristeza. De presencia y ausencia. El encuentro definitivo nunca será en esta vida. Como hemos escuchado estos días en el Evangelio de San Juan. La separación engendra tristeza, pero esa tristeza se convertirá en gozo para siempre.

En mi pueblo las primeras comuniones se celebran desde hace muchos años en esta fiesta. Tiene mucho sentido. Es el domingo que celebramos que Jesús, que es la cabeza de nuestro cuerpo, ha subido a lo alto, y allí, donde está nuestra cabeza estaremos también nosotros. Se ha ido pero no nos ha dejado, se hace presente en cada Eucaristía. El pan y el vino consagrados son un anticipo de los cielos nuevos y la tierra nueva. Desde que descendimos con Él en el bautismo, vamos ascendiendo también con Él al cielo. No estamos allí del todo, pero ya empezamos a llegar. Cada vez que comulgamos el Cuerpo de Cristo, somos más cuerpo con Él y en Él. Nos unimos a él nuestra cabeza y estamos ya en el cielo.


Pero no nos quedamos embobados mirando al cielo. Esta semana hemos conocido en Jaén de primera mano el testimonio de los cristianos perseguidos de Siria. Ha sido algo que nos ha marcado. La libertad y la valentía de los que entregan su vida por Jesús seguros de que se van al cielo. Son hermanos nuestros que han descubierto «la riqueza de gloria que da Dios a los santos». No nos olvidamos de ellos ni de todos los que están hundidos en la oscuridad de vivir sin fe y sin sentido. De los que están sumergidos en la desesperanza y la soledad. De los que no pueden levantar la mirada a lo alto. En nuestra oración y en nuestro servicio los ponemos en el primer lugar. Una antífona que se repite mucho hoy es “subió llevando cautivos”. Él nos lleva consigo, nos ha hecho cautivos de su amor. Vamos para arriba. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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