Se nos va la Pascua. Pienso en la sensación de los
discípulos cuando Jesús se despedía definitivamente de ellos concluidos estos
cuarenta días de encuentros pascuales. Su presencia sería diferente a partir de
ese momento. Ya no volverían a ver sus ojos, a escuchar su voz, a abrazar su
cuerpo. Lo mismo nos pasa a nosotros
cuando se nos acaba este tiempo de alegría desbordante, de fiesta continua. Vivimos
la Pascua y toda nuestra vida cristiana en esa tensión entre la alegría y la
tristeza. De presencia y ausencia. El encuentro definitivo nunca será en esta
vida. Como hemos escuchado estos días en el Evangelio de San Juan. La
separación engendra tristeza, pero esa tristeza se convertirá en gozo para
siempre.
En mi pueblo las primeras comuniones se celebran
desde hace muchos años en esta fiesta. Tiene mucho sentido. Es el domingo que
celebramos que Jesús, que es la cabeza de nuestro cuerpo, ha subido a lo alto,
y allí, donde está nuestra cabeza estaremos también nosotros. Se ha ido pero no
nos ha dejado, se hace presente en cada Eucaristía. El pan y el vino
consagrados son un anticipo de los cielos nuevos y la tierra nueva. Desde que
descendimos con Él en el bautismo, vamos ascendiendo también con Él al cielo.
No estamos allí del todo, pero ya empezamos a llegar. Cada vez que comulgamos
el Cuerpo de Cristo, somos más cuerpo con Él y en Él. Nos unimos a él nuestra
cabeza y estamos ya en el cielo.
Pero no nos quedamos embobados mirando al cielo.
Esta semana hemos conocido en Jaén de primera mano el testimonio de los
cristianos perseguidos de Siria. Ha sido algo que nos ha marcado. La libertad y
la valentía de los que entregan su vida por Jesús seguros de que se van al
cielo. Son hermanos nuestros que han descubierto «la riqueza de gloria que da
Dios a los santos». No nos olvidamos de ellos ni de todos los que están
hundidos en la oscuridad de vivir sin fe y sin sentido. De los que están
sumergidos en la desesperanza y la soledad. De los que no pueden levantar la
mirada a lo alto. En nuestra oración y en nuestro servicio los ponemos en el
primer lugar. Una antífona que se repite mucho hoy es “subió llevando
cautivos”. Él nos lleva consigo, nos ha hecho cautivos de su amor. Vamos para
arriba. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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