“Yo soy el que soy”. Este domingo escuchamos la revelación del Dios de
Moisés. Estas palabras enigmáticas y llenas de sabiduría (que dan lugar al
acrónimo Yahvé) nos dicen que Dios es
tan santo que ni siquiera tiene un nombre (porque esto no es un nombre es una
frase). No me voy a detener en la filosofía que hay detrás sino en su sentido
espiritual. Las palabras acompañan muy bien al signo de la zarza ardiendo. Un
fuego que no se extingue y que no destruye. En castellano tenemos dos verbos
transitivos SER y ESTAR y cada uno tiene un sentido particular. No es lo mismo
ser alegre que estar alegre. Dios no está, y por lo tanto a veces no está. Él es,
no deja de ser, no deja de estar nunca. Su amor no se extingue, no deja de
arder nunca. Él permanece, su bondad y compasión nunca se acaban ni se agotan.
Con la Parábola del Evangelio Jesús nos habla de la paciencia de Dios.
Nosotros somos humanos y por tanto limitados. Nuestra paciencia a veces se
acaba. Es por eso que nos cuesta entender que alguien pueda tener paciencia sin
límites. Cuando decimos o pensamos “este no tiene solución”, estamos negando la
paciencia de Dios. Nosotros podemos desesperar, pero no podemos pensar eso de
Dios. Nosotros solemos ser como el dueño “corta la Higuera”, Dios en cambio es
el viñador paciente “déjala un año más”. Hoy es el domingo de la paciencia de
Dios. Un domingo para alabar y agradecer a Dios que espere tanto de nosotros. También
podemos preguntarnos qué frutos espera el labrador de nosotros en esta Cuaresma.
Este Dios que nos Reconcilia Incondicionalmente, Repara
Incansablemente y Redime Inmerecidamente. Feliz domingo y bendiciones. Ante un Dios así nos descalzamos y escuchamos su llamada a liberar a otros. Para ver las lecturas pincha aquí.
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