Vamos a seguir en la Parroquia la dinámica de los
gráficos de Fano “Subir a la cumbre de la Misericordia”. Cada domingo se
trabaja con una de las sílabas de la palabra MISERICORDIA. Esta semana nos toca
“MI”. Hay muchas palabras que empiezan
por mí, pero la palabra en sí, tanto el pronombre personal (con tilde) como el
adjetivo posesivo da mucho juego. La gran tentación es vivir “para MÍ”,
centrado en mí mismo, en mi proyecto, mi interés, mi gusto, mi placer, mi
felicidad… Jesús fue tentado con actuar como Mesías desde mi (su) fuerza, mi
(su) poder, mi (su) tener. Respondió con la Palabra de Dios renovando su sí al
proyecto de Su (mi) Padre.
El Pueblo de Israel estaba obligado a presentar al
Señor, las primicias de todos sus frutos. Para darle gracias al Señor por la
cosecha, para evitar caer en la autosuficiencia de pensar “esto me lo he ganado
yo con mi esfuerzo, mi sabiduría, mi trabajo. Con la ofrenda de las primicias los israelitas eran
salvados de la raíz del pecado que es la autosuficiencia: “no necesito a
nadie”. El demonio nos tienta muy sutilmente con esto. “Tú no necesitas a nadie…
no muestres tu debilidad… no pidas ayuda” Y nos ahogamos en nuestros problemas.
A veces es tan sencillo como hacer una llamada por teléfono, o incluso menos,
escribir un whatsapp expresando un pensamiento negativo que nos ronda por la
cabeza. El “demonio mudo” juega con el arma
del silencio “no se lo digas nadie”.
Lo mismo pasa con las tentaciones. Si las
expresamos pierden toda la fuerza. Claro que no se puede compartir con todo el
mundo nuestras tentaciones. Busca a alguien de confianza, que no se asuste, que
no te juzgue, que te quiera de verdad y quiera ayudarte. Y cuando sientas una
tentación comunicasela. Verás cómo te ayuda, lo fácil que se no caer en la
tentación. Dios no permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas.
Pero eso no quiere decir que tengamos que luchar contra la tentación nosotros
solos. El acto de humildad de compartir con otro la tentación es el arma más
eficaz contra el mal. El mismo Jesús en Getsemaní decía “me muero de tristeza,
velad conmigo”. El mismo Hijo de Dios pedía ayuda y expresaba el combate que
estaba viviendo. Pidamos ayuda y estemos dispuestos a prestarla en esta
Cuaresma del Año de la Misericordia. El enemigo está muy revuelto y ataca
mucho. Juntos, en cordada podremos vencerlo. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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