lunes, 25 de enero de 2016

SEMANA TERCERA TO CICLO C DOMINGO


He dado algunas clases en la universidad a posibles futuros maestros de religión. Cuando dimos el tema de la Biblia les dije que se trajesen una y protestaron, algunos no tenían. En la clase se les caía de las manos, no sabían por dónde empezar. Mi madre que tiene 80 años dice que cuando era pequeña estaba prohibido leerla. Quizá por eso lea leían algunos, pero yo me pregunto: ¿qué nos pasa en la Iglesia Católica que no terminamos de acoger la Palabra de Dios como un tesoro? Qué envidia cuando vas a un hospital y hay una familia de protestantes y en vez de estampitas tienen sobre la mesilla su biblia manoseada y subrayada.

El acceso a la Palabra de Dios ha cambiado. Antes era sólo con las hojas y el libro. Ahora tenemos acceso digital mediante internet. Hay aplicaciones para el móvil. Los libros del Evangelio para cada día han sido desde hace 20 años un medio estupendo para que los católicos se alimenten a diario del Pan de la Palabra. Pero podemos seguir siendo creativos. En nuestra sala de oración hemos presentado los evangelios sobre la fiesta envolviendo chocolatinas y los que hablan del mar como un barquito y los de sufrimiento sobre un cartón mal cortado. Los salmos iban en peces, en papeles de colores en copas o como etiquetas de botellas de aceite. Creo que la Palabra de Dios hoy necesita marketing apropiado a nuestro tiempo. El alimento es el mismo pero lo presentamos cocinado de otra manera.


La Palabra primero fue testimonio oral, que pasó a ser escrito como vemos en el Evangelio de hoy. Escritos que serían muy escasos, al alcance de muy pocos. La imprenta supuso una revolución y la Biblia es el libro más impreso en el mundo. A los que no la tengan aún, os invito a tener una relación con la Biblia, una relación de amor y veneración. Cuándo lo abráis clavad los ojos en sus páginas como los judíos de Nazaret clavaron los ojos en la sinagoga sobre Jesús. Y escucharlo a él, para mejor conocerlo, y mejor amarlo. Que amemos a la Sagrada Escritura como nuestros hermanos protestantes. Un católico que no ama y lee la Escritura es una célula del cuerpo de cristo sin hierro, anémica, que no puede llevar oxígeno. Convirtámonos a la Palabra a su escucha y estudio para poder descubrir que lo que dice se hace realidad en nuestras vidas. Feliz día y bendiciones.  Para ver las lecturas pincha aquí.

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