Anoche hablaba con unos amigos de los que cuando éramos
jóvenes estaban con nosotros en la Iglesia y ya no están. “Cuantos se han
quedado por el camino” era lo que decíamos. Pues a Jesús también se le quedan
discípulos por el camino. El discurso del Pan de Vida culmina con esta crisis
dentro del grupo de los que estaban con Jesús. Para los que se fueron eran
indigeribles las palabras de Jesús, y lo que ellas encerraban, la pretensión de
Jesús de ser Pan de Vida, y lo que esto implicaba: que sin Él no tenían vida.
Estoy leyendo “Una renovación divina” del Padre
Mallon, un libro sobre la renovación de las parroquias. Me confirma que nuestra
pastoral no da frutos porque no provoca el encuentro personal con Jesús
resucitado. En la Parroquias hay personas con buena voluntad y ganas de hacer
cosas pero no perciben a Jesús como ese Pan sin el que no se puede vivir. Eso
es para unos pocos arrobados espiritualistas. Viven la pertenencia a la Iglesia
desde la carne, como una opción personal de voluntariado y no desde la vocación
fruto de una relación personal con Jesús vivo.
Cuando nos ponemos en estado de misión, empezamos a
salir, a acoger, a anunciar el Kerigma a los que nunca lo han recibido, estos
católicos de toda la vida se ponen incómodos. Tenemos que estar dispuestos a
que nuestras comunidades vivan esta crisis. Este punto de inflexión en el que,
como al Pueblo de Israel, toca optar. Y no se trata de optar por un estilo de
pastoral o ciertos métodos. Se trata de seguir o no al único que tiene palabras
de vida eterna, al Santo consagrado por Dios. Feliz fin de semana y
bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

No hay comentarios:
Publicar un comentario