Quiero compartir con vosotros lo
que he estado predicando estos días. No lo he preparado como acostumbro
escribiendo, y no me ha venido mal porque estoy un poco enganchado a escribir y
no dejo fluir la profecía en mis labios. El Jueves Santo me fijaba en lo que
dice Jesús en el lavatorio: “uno que se ha bañado no necesita lavar mas que los
pies”. Ese baño me recordaba el bautismo y el polvo de los pies no es tanto el
pecado como las heridas que vamos sufriendo a lo largo de la vida. Recuerdo el
día de cuaresma que Jesús nos preguntaba ¿quieres quedar sano? A veces nos resistimos,
como Pedro a ser curados y preferimos viviendo de la renta de la lástima de
nosotros mismos.
El Viernes Santo me fijaba en el
momento del “Ecce Homo” cuando salió a fuera Jesús todo llagado con la clámide
y la corona de espinas. Recordaba una experiencia personal con este texto
sacando heridas de mi infancia. Para sanar hay que sacar a fuera las heridas y
esto nos cuesta mucho. No nos gusta aparecer ante los demás heridos. Sólo cuando
las sacamos, las compartimos, descubrimos las consecuencias que las heridas
tienen en nosotros. Es como si se encendiera una luz y vemos nuestra vida de un
modo muy diferente. Descubres, además, que no eres culpable de esas
consecuencias y esto, es muy liberador. Es verdad que no todas las heridas
pueden ser sacadas a fuera rápidamente. En ocasiones se requiere mucho tiempo
como en el caso de las heridas de los abusos sufridos por menores.
Hoy domingo me he parado a contemplar las llagas del resucitado. Jesús
lleva en su carne gloriosa las señales de la pasión, no las oculta. Esas llagas
ya no duelen, están transfiguradas y son fuente de vida. Hace unas semanas,
conocí a jóvenes que habían sanado heridas de su vida y recuerdo que fue para
mí como meter los dedos en las llagas del resucitado. Fueron para mí (Tomás) un ver para creer que se
pueden sanar heridas muy muy graves que provocan un gran sufrimiento. Porque
esto es otra cosa que llevo un tiempo descubriendo: Dios no necesita que le
ofrezcamos nuestras heridas, él quiere que seamos felices, que podamos amar y
ser amados. Él quiere sanarnos. La salvación del Misterio Pascual no es solo en
el plano moral del pecado, también somos redimidos de todas las consecuencias del
pecado estructural en que vivimos. Os deseo a todos una Pascua muy liberadora y
sanadora.
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